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«Te juro que a mí Néstor me enseñó…»

Escrito por el 27 octubre, 2020

A diez años del paso a la inmortalidad del ex presidente Néstor Carlos Kirchner, en Raíces lo recordamos con su esencia patagónica, su sensibilidad con los más humildes, sus políticas irreversibles, y su entrañable corazón militante.

Néstor

Algunos recuerdos son insobornables. En uno de sus libros, Eduardo Galeano explica que “recordar” viene del latín recordis, que significa “volver a pasar por el corazón”. Al parecer, el latín (y el escritor) tuvo la capacidad de sintetizar en una palabra una acción fácil de sentir pero difícil de enseñar.

Entre algún que otro pensamiento, lo insobornable de mis días siempre tiene que ver con Néstor. Pasar por el corazón siempre es buscarlo entre compañeros y banderas.

Néstor Carlos Kirchner, El Pingüino, El Flaco, El Lupín: el que trajo el viento del Sur para arrasar con el oscurantismo en el que se veía inmerso un país que supo levantarse de sus ruinas, después de años de democracia podrida y vetusta.

Con el porcentaje más bajo de votos en una elección presidencial, el 27 de abril de 2003, Kirchner se convertía en presidente de los argentinos y argentinas que proclamaban aires de esperanza. Dos meses después, el Día de la Patria, asumió con una curita en la frente porque antes de entrar a jurar, se salió del protocolo y avanzó hacia la gente para saludar a quienes lo habían ido a saludar. En cuestión de minutos levantó a una señora del piso que se abalanzó a felicitarlo y al incorporarse se chocó una cámara que lo estaba filmando. Fue noticia en todos los diarios al día siguiente.

Así empieza su historia: entre la gente, el caos y la desesperación; siendo, quizás el reflejo de lo que se vivía aquellos años del nuevo siglo. Una vez adentro de la Casa Rosada prometió no dejar sus convicciones en la puerta y se reconoció parte de una generación diezmada. Pero por sobre todo, ese 25 de mayo de 2003, Néstor nos propuso un sueño: el de ver una Argentina unida, con nuestra propia identidad, con todos y para todos.

Lo que sigue es un historia ya conocida que comienza con la visión política extraordinaria que disparaba Kirchner: a días de asumir, llegó a Entre Ríos para que los maestros cobraran su sueldo después de cuatro meses de conflicto salarial.

A los tiempos que le siguen, Néstor bajó los cuadros de los genocidas Videla y Bignone, dando comienzo a las políticas de Memoria, Verdad y Justicia; nos liberó del FMI negociando la deuda externa que habían tomado los golpes y gobiernos anteriores; construyó la unidad latinoamericana, incluso mucho antes de presidir la UNASUR; le aclaró a las Fuerzas Armadas que no les tenía miedo; creó la Asignación Universal y el programa Argentina Trabaja; se urbanizaron villas; se reinició el Plan Nuclear, la fabricación de satélites y la creación de ARSAT, y se impulsó el Plan Raíces para repatriar a científicos y científicas.

Fundamentalmente le dijo NO al ALCA: el mayor signo de resistencia para las tierras unidas de Latinoamérica. También, como una suerte de presagio, le pidió al pueblo argentino que cuidara a Cristina. «Se me caen las lágrimas no solo porque la amo si no porque la admiro», diría al cerrar un acto en la cancha de Ferro. Todo eso (y más) en cuatro inolvidables años de gestión.

20/11/06 – Bs. As. – El Presidente visitó la localidad de Caleta Olivia, Provincia de Santa Cruz.

Y como si hubiese sido una estrategia más de su proyecto político, Néstor se fue en octubre. Un mes por demás especial, cargado de simbolismos políticos, como lo es la revolución rusa proletaria, el Día por el Respeto a la Diversidad Cultural (necesario recordar que en 2010 Cristina envió al Congreso un proyecto de ley para modificar el nombre del Día de la Raza), o las recientes victorias populares en Bolivia y Chile.

Pero vamos a decir las cosas como son: octubre es un mes peronista. Además de que hace un año exacto el peronismo volvió a gobernar, de la mano de Alberto y Cristina, después de cuatro años de desidia neoliberal; un 17 de 1945 nacía el movimiento más grande de América. Movimiento que El Flaco resucitó y engrandeció, enarbolando las banderas de la justicia social, la independencia económica y la soberanía política.

Sin embargo, antes de irse, hizo lo que tenía que hacer. Se encargó de que no vuelva a pasar lo que le pasó a él y a esa generación diezmada: tener que convencer a cuanto ciudadano se le cruzara de que la política es la única herramienta de transformación social y real para un pueblo.

Kirchner dejó el camino allanado para que la juventud tenga dirigentes a la altura de las circunstancias. Estoy segura que partió con esa certeza, porque se ocupó personalmente de que así sea. Gobernó (como decía él) como un hombre común con grandes responsabilidades para cosechar las semillas que alguna vez el peronismo había logrado sembrar y la dictadura se encargó de desaparecer.

Nadie que tenga menos de 30 o 40 años puede decir que milita en el peronismo por alguien que no sea Néstor o Cristina. Trabajaron a destajo para que fuera así. La prueba de eso es la seguridad de saber que hoy existen políticos jóvenes capaces y organizados para nunca perder los estribos, para saber siempre de qué lado de la mecha estar. Para transitar por el camino de la justicia social: inevitablemente, fervientemente, hasta que la vida arda.

Néstor era un rockstar y nosotros queríamos estar en el pogo. Y no nos fuimos nunca. Aunque a veces pienso que es solo una fantasía haber militado con él vivo, haber ido a movilizaciones y actos con él enfrente, con su estatura predilecta, con su mirada chueca, su palabra precisa. El miedo a olvidar esos años por momentos es angustiante.

Pero siempre estará el latín recordis y el festín del kirchnerismo sigue siendo inmenso y eterno. Parafraseando una canción de La Renga que hice propia: sepan que de los nuestros se fue el más bueno.

Y acá, cantan tu canción, Flaco. Siempre por vos.

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