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Ruinas circulares

Escrito por el 18 septiembre, 2018

La columna semanal de Economía en Cartón; detrás del humo del choripan por Leo Fusero para El Bondi de la 88.

En 1940 Borges publicaba “Las Ruinas Circulares”. El cuento comienza anunciando la llegada de un hombre, al que “Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado, pero a los pocos días nadie ignoraba que el hombre taciturno venía del Sur.”  Casi nadie escapa hoy de la “unánime noche” macrista, donde un hombre taciturno parece tener una misión desconocida. En el cuento, la misión del hombre es soñar un nuevo hombre: quería soñarlo e imponerlo a la realidad. El cuento versa sobre el clásico tema del eterno retorno en la filosofía. La repetición de la historia, las sucesiones cíclicas de eventos similares, material que nos determina a ser de alguna forma, a actuar de determinada manera. Que nos dio identidad. Que nos formó. Lo que generaciones pasadas hicieron de nosotros, y su construcción histórica, “la tradición de todas las generaciones muertas que gravita como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos” según Marx. La filosofía política ha identificado que “lo mismo” sólo puede retornar como “lo diferente”. Como un cambio, para que nada cambie. Es el mismo pasado, travestido de modernidad.
Un clásico de la política criolla es el adjudicar a los líderes políticos la culpa de todos los males nacionales. Dentro de esa lógica, un puñado de hombres tomó cíclicamente pésimas decisiones que llevaron al país al derrumbe. Ese relato romántico deja inmaculado al principal actor político. El pueblo. Aquel del que venía la más maravillosa de las músicas.  El pueblo es inocente, nunca votó esos políticos. No tiene la culpa. O es traicionado, o es engañado, o es subsumido. Pero nunca es responsable, en ninguna de sus generaciones, de lo que le sucede al país. Para sostener la convertibilidad se necesitaba el ingreso de dólares en abundancia, algo que en los primeros años se logró con la privatización de casi todas las empresas estatales y los fondos jubilatorios y de pensión. Se remataban las joyas de la abuela a precio vil y se manoteaba los ahorros de generaciones pasadas. Pero el pueblo no lo vio. Finalizado el proceso de privatizaciones y con una economía agroexportadora primaria que producía un insuficiente ingreso de divisas, el modelo comenzó a depender cada vez más de la toma de deuda externa y su refinanciación a altos intereses, con el fin de mantener la estabilidad. El endeudamiento crónico era alarmante, y la suba de la tasa hacia evidente la imposibilidad de mantener la convertibilidad, uno de los factores que influyeron en el triunfo de La Alianza, cuyo eslógan de campaña fue «Conmigo, un peso, un dólar». Poder comprar dólares uno a uno era el derecho humano más fundamental, incluso si para poder seguir haciéndolo se arrojaba a la indigencia a 2 millones de compatriotas, se quebraba la industria, se pulverizaba el trabajo, la producción y el comercio. Pero el pueblo no se anotició de estos costos hasta que Cavallo anunció por cadena nacional el «Corralito», la prohibición de extraer dinero en efectivo de los bancos en sumas superiores a 250 pesos o dólares por semana. Tocada la visera más sensible del hombre, el gesto irritante de De la Rúa de declarar el estado de sitio provocó el estallido del 20 de diciembre
Hoy, la hegemonía ideológica del sector financiero sobre el resto de la sociedad vuelve a generar consenso sobre la importancia del “riesgo país”,  logrando que gran parte de la sociedad acepte el ajuste para garantizar el pago de la deuda, mientras el gobierno de Macri hace todo lo posible para liquidar la Argentina con una batería de medidas que pulverizan los salarios y desguazan el Estado ministerio por ministerio. El presidente más corrupto del planeta, dueño de una fortuna hecha a la sombra de la dictadura militar, lidera un grupo de oligarcas ineptos que en solo dos años y medio arrasaron las conquistas sociales y económicas de la década anterior y encabezan una carrera hacia el vacío que asombra al mundo. Salvo al pueblo argentino, que por ahora no se percató. Llegó el hombre taciturno del Sur, impuso su nuevo hombre a la realidad tal cual lo soñó. Lo circular en la historia argentina parece ser la ruina. Quizás convenga recordarle a ese maravilloso pueblo que incluso la promesa de devolución de los dólares depositados nunca fue cumplida. Habrá que esperar que les roben los depósitos, ya que los gestos insultantes de su mandamás parecen no hacer efecto.
En 1975, Borges publicó Habla un busto de Jano, el dios romano de dos caras, una mirando al pasado y la otra al futuro.
Nadie abriere o cerrare alguna puerta
sin honrar la memoria del Bifronte,
que las preside. Abarco el horizonte
de inciertos mates y de tierra cierta.
Mis dos caras divisan el pasado
y el porvenir. Los veo y son iguales
los hierros, las discordias y los males
que Alguien pudo borrar y no ha borrado
ni borrará. Me faltan las dos manos
y soy de piedra inmóvil. No podría
precisar si contemplo una porfía
futura o la de ayeres hoy lejanos.
Veo mi ruina: la columna trunca

y las caras, que no se verán nunca


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