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Volver al mundo

Escrito por el 28 agosto, 2018

Economía en Cartón: detrás del humo del choripan. Columna sobre Economía para El Bondi de la 88.

La vuelta de la Argentina al mundo, como si en los anteriores doce años el país se hubiese desprendido del planeta, es la única promesa de campaña que la tercera alianza radical conservadora cumplió. Junto a la pobreza cero y la eximición del pago de ganancias para los trabajadores, la vuelta al consorcio global sonaba agradable al oído del mediopelo argento que considera todo lo extranjero como superior a lo nacional por definición, siguiendo el pensamiento de su prócer Sarmiento. Enterradas las dos primeras, aquellos que pensaban que la vuelta al mundo era la posibilidad cierta de sacarse fotos en Miami o comprar en Forever 21 se están desayunando que el mundo nos recibió en el rol de país dependiente y dominado que históricamente nos correspondió. El estadista de Tandil parece no haberles informado los detalles de ese mundo al que  nos reincorporábamos, que se asemeja a más una amenaza que a una oportunidad. El sueño de vacacionar en el caribe se transformó en la pesadilla de mirar como Turquía se hunde, arrastrándonos a nosotros, siempre según la explicación racional y científica del mejor equipo de los últimos cincuenta años. Si la crisis turca es la explicación de esta debacle, la firmeza y habilidad con que CFK capeó la crisis del 2008, que no provenía de un país periférico sino del centro del mundo financiero global en Wall Street, agiganta aún más su estatura.

Con una riqueza total de 223 billones de dólares, el mundo nos recibió con patovicas en la puerta, ya que la fiesta es para pocos. Según Naciones Unidas, el 2% de la población mundial tiene más riqueza que la mitad de la humanidad junta, y dentro de ellos el 1% más rico detenta  el 43% por ciento de la riqueza mundial.  El 80% de la población más pobre solo dispone del 6% del total de la riqueza. El 20% más rico posee el 95% de la riqueza mundial, y dentro de ese selecto grupo las 300 personas más ricas del planeta tienen la misma riqueza que las 3.000 millones de personas más pobres.

Un grupo de personas que entra cómodamente en un pequeño teatro tiene más riqueza que la población equivalente de India, China, EE.UU y Brasil juntos.

El carácter regresivo y desigual de esta distribución va empeorando. Hace 200 años, las pocas naciones más ricas del planeta eran 3 veces más ricas que las pobres. Al final del colonialismo en los años sesenta eran 35 veces más ricas. Hoy son 80 veces más ricas.
Para expiar culpas las naciones poderosas disimulan compensar esta situación ofreciendo dinero en forma de ayuda humanitaria a las naciones pobres, transfiriendo cerca de 130 mil millones de dólares anuales, lo que es mucho dinero, pero que se asemeja a un vuelto de almacén si se compara a los 900 mil millones anuales que las grandes corporaciones extraen de las naciones pobres manipulando los precios del comercio internacional , cantidad a la que se le suman  600 mil millones por año que el mundo pobre transfiere al rico  en concepto de intereses por préstamos . A estas cifras hay que agregarles unos 500 mil millones provocados por las pérdidas que les genera a los países pobres el cumplimiento de las normas comerciales impuestas por el norte. El mundo rico ayuda con 130, pero depreda 2000.

La mitad de las diez personas más ricas del mundo son empresarios tecnológicos que evaden impuestos. Para ello utilizan el  “sándwich holandés”, una estrategia de evasión de impuestos corporativos utilizada por corporaciones multinacionales estadounidenses para trasladar ganancias provenientes de países de la Unión Europea a paraísos fiscales. Irlanda permite a las multinacionales estadounidenses redirigir los beneficios brutos obtenidos en cualquier país de la UE a Irlanda, todo libre de impuestos. Luego, los Países Bajos permiten que este dinero irlandés llegue a un paraíso fiscal. La estrategia es utilizada por Google, Facebook, Microsoft, Apple y Uber.

La brutal concentración también atenta contra la calidad democrática y la libertad de expresión. Por cada dólar mundial que se invierte en publicidad, 50 centavos va a Google y 25 a Facebook, provocando la actual crisis del sistema de medios de comunicación. Al estrangulamiento financiero se le debe agregar la posibilidad que tienen ambos gigantes de censurar o direccionar el discurso, influyendo en la toma de decisiones de la población como quedó demostrado con el escándalo de Cambridge Analytica.


Una sociedad global de ricos muy ricos y pobres muy pobres, con baja calidad democrática y discurso político condicionado reproduce a escala mundial la realidad nacional. Con los números se entiende mejor la desesperación del macrismo por “volver al mundo”, ya que ellos son parte del 1% que vive de fiesta.


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