#Editorial | El lodo
Escrito por nicohernandez el 19 junio, 2020
Por: Leo Fusero
El 17 de noviembre de 1982 el Presidente del Directorio del Banco Central de la República Argentina, Domingo Felipe Cavallo, estatizó la deuda privada por un monto aproximado de u$s 15.000 millones. Sencillamente pasó las deudas que los grupos empresariales declararon que tenían con el extranjero a deuda de la Nación. En auditorías posteriores se comprobó que la mayoría de los préstamos contraídos por las empresas privadas que generaron dicho monto, se trataban de auto-préstamos, pases contables entre empresas fantasmas que hacían figurar como deuda un monto que nunca habían girado y maniobras fraudulentas entre las casas matrices y sus sucursales radicadas en Argentina. La familia Macri, por su parte, se vio favorecida con la transferencia al Estado nacional de las deudas de sus empresas Sevel por $ 124.142.000 dólares, Sideco Americana por $ 60.751.000 dólares. Fiat por $ 51.000.000 dólares. La sociedad argentina nunca condenó estos actos delictivos, es más, premió a sus perpetradores. Cavallo pudo ser el presidente del Banco Central de la dictadura, el ministro estrella de Menem y luego también actuar en la Alianza. Macri fue presidente.
Con el mismo cinismo e impunidad, Sturzenegger y Dujovne fueron funcionarios tanto de la Alianza como del macrismo. Cada vez que ocupan el Estado actúan de modo idéntico: endeudan, arruinan al país y luego nunca les pasa nada, quedan en disponibilidad para volver a hacer lo mismo en el futuro ni bien aparece la oportunidad.
Es que gracias a la deuda los grupos concentrados logran concentrar aún más su capital, debilitar al país, ampliar las desigualdades y mantener a los gobiernos débiles, subyugados gracias a la deuda externa como principal mecanismo de sometimiento. Las clases altas de este país no demandan desarrollo económico, crecimiento, estabilidad ni tener un mercado interno prospero, sino solo poder comprar dólares y fugarlos, pidiendo que el Estado se endeude para financiarles dicho proceso. Porque además, cuando existen los colapsos económicos, y esto nos sirve para saber por qué son tan recurrentes en la Argentina, es que logran que hayan devaluaciones y, así, que sus patrimonios se valoricen más, ampliando las desigualdades. De este modo, el caos económico, las crisis y el desorden económico les son totalmente funcionales: generan disciplinamiento social y concentración económica.
Una forma de recuperar parte de lo robado al país es tomar el control de las empresas como Vicentín, que han contribuido al proceso de fuga y endeudamiento de los gobiernos liberales. La medida es similar a la que piensa aplicar la dictadura troskista de Macron, cuyo ministro de economía declaró que piensa estatizar compañías que serían consideradas de alta prioridad y a su vez limitar la timba financiera, al prohibir la actividad en la Bolsa de Valores de París si la agitación económica no cede .Otra, es la de aplicar impuestos a las grandes fortunas, como lo planea la muy comunista Inglaterra, al aplicar impuestos sobre el patrimonio para las fortunas de más de 750.000 libras. La hora no permite gobiernos timoratos, que reciban a los mismos saqueadores ni escuchen sus propuestas, que son siempre las mismas: socializar las pérdidas y concentrar las ganancias. Es inaudito que la misma sociedad condecore a quienes la condenan sistemáticamente al hambre. La razón tilinga y la admiración fomentada en una educación cipaya no permiten reconocer en los grandes ricos de la Argentina el origen de su tragedia. Desde el inicio del ciclo liberal a mediados de los años setenta, ciclo bautizado en sangre y desapariciones, el país ha visto subir su tasa de pobreza sin que ningún gobierno democrático haya conseguido bajarla de forma permanente. Desde 1983 la pobreza