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A ver Tía, cómo te explico….

Escrito por el 26 octubre, 2017

El columnista de Economía, Leo Fusero realiza un extenso análisis sobre el control de los grandes medios de comunicación y la utilización de la clase dominante sobre las masas.

Distribuir más de 90 kilos en menos de un metro y medio de estatura, le dan a la Tía una fisonomía muy particular. Milagro del equilibrio biomecánico, a sus dimensiones le agrega el pelo corto rubio Koleston, la sonrisa amplia, el ánimo jovial, la disposición a la alegría. Excelente abuela, madre, amiga, tía. Solidaria con todos, trabajadora, humilde. Es Un pan de Dios. O en lenguaje postmoderno de seguidor del Ravi Shankar, un Ser de luz. Cualquiera que solo conozca a la tía por Facebook no estaría de acuerdo con dicha luminiscencia de su ser. Fanática anti K, beata de Vidal, sus publicaciones en redes sociales apoyan los comentarios más retrógrados. Que hay que matarlos a todos, que se robaron todo, que cárcel a tal y cual, y demás frases que se pueden armar con los glosarios clasemedieros. Hoy comenzó a seguir en Facebook la página «Frases de Jorge Rafael Videla». Mi tía no es fascista. Mi tía no es mala mina, no le desea el mal a nadie, no es cómplice de genocidas. ¿O si? ¿Quién es mí tía? O mejor, ¿qué le hicieron?

Uno de los objetivos de los regímenes de poder basados en el dinero, como el capitalismo financiero de mercado, es convencer a las grandes masas, dueños del poder político, que todo cambio político es innecesario, o lo que es lo mismo, que todos los políticos son iguales. Puede haber algo de cierto en esa frase, por algo hace más de doscientos años Max Weber escribía que «la clase política solo busca los beneficios económicos o simbólicos del poder». Lo que no es cierto es que todas las políticas son iguales. De esa forma logran desarmar a las masas del único poder que tienen, el político, desbalanceando los controles que la política ejerce, o debería ejercer, sobre el poder económico y permitiéndole a este hacer y deshacer a gusto y piacere. Desmotivando la lucha política, logran somnolencia en las masas, que le dejan campo fértil para maniobrar los ejes del Estado en su provecho. Confunden comunicacionalmente, y consiguen que máximas desmoralizantes del estilo «son todos chorros» alejen prudentemente al burgués medio de la arena donde se discute poder. Oscurecen y minimizan los procesos históricos y vuelven opaca la realidad generando,  a lo Hegel, aquello de que «de noche todos los gatos son pardos».

Una de las frases de cabecera de la tía, a modo de pregunta sin respuesta, es «¿Cómo puede ser que en un país tan rico haya chicos con hambre…?»

A ver Tía, cómo te explico….

La pregunta parte de una mala hipótesis. Este no es un país rico, es un país con recursos, que no es lo mismo. Es la falacia de pensar que alguien que vive en una choza miserable asentada sobre un pozo de petróleo es rico. Mientras no explote el recurso, es pobre de pobreza total. Una economía capitalista se desarrolla explotando sus recursos. Pero hay dos maneras de hacerlo. Lo que Marx llama reproducción simple o ampliada del capital. Si el país fuera una fábrica que produce por diez pesos, de los cuales paga ocho en salarios y dos se queda el dueño, en cada ciclo, entran los diez pesos de ventas, el dueño gasta ocho en salarios y dos en sus gastos. Esa es la reproducción simple, siempre se produce lo mismo, por el mismo valor. Si en un ciclo el dueño decide ahorrar uno de sus dos pesos e invertirlo, al otro ciclo podrá producir más, con lo cual deberá contratar más trabajo. Si repite en cada ciclo el esquema ahorro, inversión y más producción, entrará en la reproducción ampliada del capital. Llegado el punto, su mercado interno no le alcanzará para volcar todo lo que produce, por lo que deberá exportarlo. En un grado más avanzado, ya no exporta productos, sino capital. Lleva sus dineros para producir en países menos avanzados, explota sus recursos, y obtiene sus riquezas sea en productos o en más dinero. Ahora supongamos que el dueño de la fabrica-país no invierte localmente su peso ahorrado, sino que lo lleva a otro país. Si era malo el caso donde no ahorraba, mucho peor el caso donde el ahorro nacional va a financiar a otros países. Manuel Belgrano lo sabía, por lo que condenaba como un pecado imperdonable la salida de oro del país. Y ahora supongamos que no solo lo lleva a otro país, sino que a su vez no pagó los impuestos que debería haber pagado por esa ganancia. Ese escenario es el peor posible, ya que no solo saca riqueza de su país, sino que evade al Estado sus responsabilidades, empobreciendo a su comunidad por ambas vías.

Esa es la situación de la Argentina. Quinto país en el mundo en el ranking de fuga de capital (que es el nombre técnico de llevarse los pesos a otro país),  sus grandes empresarios no solo se llevan sus dineros afuera, sino que lo hacen evadiendo el pago de sus impuestos. En los Panamá Papers se les puso nombre. Techint, Arcor, HSBC, Eurnekian (Aeropuertos), Garfunkel (Grupo BGH), Madanes (Aluar y Fate), Bulgheroni (Bridas, Pan American Energy), Fortabat, Soldati, Magneto (Clarín), Saguier (La Nación), Blaquier (Ledesma) y la lista sigue. La crema del empresariado Argentino fuga las riquezas del país evadiendo impuestos. Y lo hizo siempre. Y eso es más grave que la coima, porque es sistémico. La prueba está en que si alguien quiere sacar una coima del país, abre una cuenta en Suiza. Pero si necesita constantemente sacar dinero negro, abre una empresa en un paraíso fiscal.

Naciones Unidas dice que para combatir la pobreza es preciso un reparto justo de los beneficios entre los sectores público y privado. O sea un Estado fuerte, que les cobre impuestos.

El problema con el dinero fugado es que, al proceder de un delito (evasión fiscal) debe ser regularizado para poder ser utilizado, lo que en la jerga financiera se llama «blanquear». Ahí es donde entra otro clan empresario que figura en los Panamá Papers, el Grupo Macri. Dueño de los resortes del Estado gracias a la decisión popular, el clan, que posee más de 50 empresas fantasmas en paraísos fiscales, logró aprobar la Ley de Blanqueo de Capitales. Gracias a ella, el dinero no declarado (ilícito) podría ser regularizado pagando una pequeña suma. La ley del congreso prohibía explícitamente blanquear a padres, cónyuges e hijos de los funcionarios. Pero el decreto de Macri 1206/16 lo permitió. Por esa razón los tres firmantes del decreto, el presidente Mauricio Macri, al jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el entonces ministro de Economía, Alfonso Prat-Gay están imputados por la justicia. Lo que Macri no logró en la ley fue aprobar su Artículo 85, que disponía que «los magistrados, funcionarios, empleados judiciales o dependientes de la AFIP, los declarantes del Título I de Libro II de la presente (ley) y terceros que divulguen o reproduzcan documentación o información de cualquier modo relacionada con las declaraciones voluntarias y excepcionales reguladas por esta ley incurrirán en la pena prevista por el artículo 157 del Código Penal».  El 157 impone «prisión de un (1) mes a dos (2) años e inhabilitación especial de un (1) a cuatro (4) años»,  a lo que el deseo de Macri sumaba la pena económica de tener que pagar una multa igual a la suma blanqueada. Razones tenía Mauricio para ser tan punitivo. El hermano presidencial, Gianfranco, blanqueó 35,5 millones de dólares o, en pesos, 622 millones, el «hermano de la vida» del presidente, Nicolás Caputo, contratista de obra pública, blanqueó 26,5 millones de dólares y Alejandro Jaime Peña 6,2 millones o 109, si se lo traslada a pesos. De haberse cumplido el deseo presidencial, quién escribe esta columna estaría preso, y debería Mil Ciento Noventa y Cinco Millones de Pesos. Pero ya no habrá necesidad de blanqueo, porque ahora directamente no hay necesidad de pagar impuestos, gracias a la quita a las retenciones a las mineras, soja, granos, etc.

En resumen, los empresarios dueño de la fabrica-país no solo no invierten, sino que se llevan lo ganado a otros países, y encima ni pagan los impuestos antes de hacerlo. La novedad, es que hoy, el hijo prodigo de esa clase empresaria es Presidente de La Nación por voluntad de todos aquellos que no entienden como, en un país tan rico, hay tantos chicos con hambre.

¿Ahora entendés porqué somos pobres tía?.


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