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Escrito por el 22 octubre, 2019

Leo Fusero nos trae la columna semanal de Economía en Cartón: Detrás del Humo del Choripan, con un amplio análisis del contorno político argentino.


En América Latina, gracias al proceso de desindustrialización, primarización y endeudamiento de las dictaduras militares que la CIA implantó como embriones en los cuerpos nacionales, la tasa de inversión real, o sea cuando invierte una economía en los sectores productivos,  nunca volvió a alcanzar el nivel de las décadas del ’60 y ’70.  A partir de esos cambios en los procesos de acumulación y en las formas de producción ninguna actividad productiva real proporciona el nivel de rentabilidad que prodigan las finanzas. Las únicas excepciones son la explotación de recursos naturales y la prestación de servicios públicos en condiciones monopólicas. Son justamente esas actividades las que el constitucionalismo social intentaba desmercantilizar, como la Constitución Argentina de 1949, por tratarse de recursos estratégicos nacionales o actividades que atendían derechos humanos esenciales. La complejidad matemática de las finanzas genera un universo incomprensible  para las grandes mayorías, que aceptan los mecanismos de mercado y sus derivados como símbolos de autoridad, que se imponen incluso a los gobiernos. Las repercusiones teóricas de este discurso y su sofisticación técnica tienen un efecto de intimidación: ejercen una autoridad sobre la población, y dominan la política con el fin de imponer el principio de autorregulación de las finanzas. Lo que se oculta detrás del velo técnico es el mecanismo de acumulación por desposesión que consiste en el uso de métodos de la acumulación originaria para mantener el sistema capitalista, mercantilizando ámbitos hasta entonces cerrados al mercado y generando que los sectores empobrecidos sean los que paguen las consecuencias de la sobreacumulación de capital. Es esa tasa de rentabilidad financiera el origen de los cambios neoliberales producidos en los países occidentales desde los años ´70 hasta la actualidad y que se afianzan en cuatro pilares: la privatización, la financiarización, la gestión y manipulación de las crisis y redistribuciones estatales de la renta. Los cambios se manifiestan, entre otros, en la privatización de empresas y servicios públicos, que tienen su raíz en la privatización de lo que antes fuera propiedad comunal. Sus consecuencias son las regresiones económico-financieras que destruyen los salarios, que cayeron el 42% durante la dictadura y el 20% con Macri.
Mientras surfea en la hermenéutica social, dando discursos gorila friendly en los espacios de poder real al mismo tiempo que intenta satisfacer a sus votantes de clases medias urbanas universitarias, siempre parasimpáticas con el peronismo al que le exigen que haga la revolución pero que sea prolijo, Fernández sabe que el grillete de la deuda no le deja espacio para gambetas, y que su situación real se asemeja a la difícilmente exitosa hazaña de fumar dentro de una garrafa. Mirada con detalle, la situación financiera que encontrará al asumir está al filo de ser hiperinflacionaria. En diciembre necesitará emitir grandes cantidades de dinero si no quiere caer en un default completo que lo lleve a una devaluación sin techo y la consecuente hiperinflación, pero a su vez emitir un 20% de la base monetaria en un solo mes en una economía que tiene un arrastre inflacionario del 50% destruyendo dinero no puede generarle otra cosa que una oleada masiva de precios al alza. Todo esto del lado de los pesos, porque el mercado ya descuenta que no tendrá los dólares suficientes para hacer frente a la voracidad de deuda emitida en dólares, por más reperfilada, recauchutada o reculiada que sea. Es por ello que su futuro se juega en los primeros cien días de gobierno, donde quiere implementar el pacto social de precios y salarios que le evite la explosión de la bomba nuclear a las que estará abrazado. Pero los cambios que necesita la economía argentina no se generan a partir de consensos, sino de acumulación de poder.  Será su muñeca política, y no los consejos de los gurúes económicos con menos sustento científico que una dieta en base a Herbalife, la que le proveerá el oxigeno vital que necesita su gobierno. La posibilidad de encuadrar actores históricamente díscolos a las necesidades nacionales fue un duro trance para el mismísimo Juan Perón, lo que informa del talante de la hora histórica que este porteño de hablar federal va a enfrentar apenas siente sus nalgas en el sillón más caliente de las pampas.

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