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El Mecanismo de Anticitera

Escrito por el 11 septiembre, 2020

Por: Leo Fusero

El gobierno nacional cerró el acuerdo por la restructuración de la deuda externa con acreedores privados, tanto en legislación extranjera como nacional. El monto negociado, cercano a los U$S 100.000 millones de dólares, informa no solo el nivel de endeudamiento generado por el macrismo, sino las condicionalidades que deberá enfrentar el país a futuro, si se tiene en cuenta que el monto negociado equivale a toda la obra pública de los doce años de kirchnerismo, desde los satélites hasta un cordón cuneta.

A su vez, esta es solo una parte de la deuda, ya que ahora se enfrenta a la negociación con el FMI, que equivale a poner sobre la mesa otros U$S 44.000 millones. La diferencia, si alguna, es que la negociación con privados entra en la órbita de los acuerdos de mercado, donde el sector financiero negocia las mejores condiciones posibles para recuperar sus deudas o maximizar sus ganancias, mientras que el Estado argentino, en teoría, intenta pagar lo menos posible.

Es, en pocas palabras, solo un tema de guita. Con el FMI no. El organismo internacional tiene como primera condición de existencia el garantizar que los países que toman sus créditos no salgan de la orbita que le asigna el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Al ser un organismo de la gobernanza mundial tiene la potestad de definir e implementar políticas que condicionen la capacidad de desarrollo y el nivel de vida de las sociedades a las que somete. La herencia real del macrismo es que el país deberá someterse a la tutela del FMI por al menos diez años.

Pandemia mediante, el déficit fiscal (cuando gasta de más el Estado) rondará el 8% del Producto. El ministro de economía anunció que el presupuesto prevé para el año que viene un déficit del 4.5% del PBI, lo que requiere un ajuste de al menos 3% en términos nominales. Semejante ajuste es de difícil concreción sin recurrir a las consabidas políticas de baja de jubilaciones, congelamiento de salarios públicos o freno a las inversiones de obra pública, máxime si se tiene que cuenta que para evitar esas políticas de achicamiento del Estado y a su vez reducir el déficit se debería cobrar más impuestos.

La lentitud, tibieza y decoro con el que el gobierno intenta cobrarle solo por una vez un aporte en pandemia a solo 12.000 megaricos hace más inverosímil la posibilidad de que la reducción del déficit se logre mediante cobro de impuestos a los que más tienen. Teniendo como meta que la economía Argentina tenga los mismos estándares internacionales en materia de inflación, tasas de interés y variación de tipo de cambio, los cuales hoy en promedio mundial registran parámetros que se encuentran en torno al 3% anual incluso en los países de América Latina, el programa deberá ser aún más fuerte si se sabe que Argentina tiene indicadores entre 10 y 15 veces por encima de los estándares mundiales con los desastrosos resultados conocidos. A esa situación, por demás desastrosa, hay que sumarle el FMI.

Los Estados del mundo acuden cada vez más a la coordinación entre sus leyes y los Bancos Centrales. Poder generar la liquidez que sostenga la demanda agregada interna en mercados altamente streessados por la pandemia es la primera condición de subsistencia. En el país el Banco Central parece más preocupado por recibir el beneplácito del sistema financiero que por generar las condiciones reales para el desarrollo.

A la inexplicable política de seguir abonando tasas usurarias en Leliqs se le suma el drenaje mensual de U$S 1.000 millones, que no parece poder contener ningún cepo. La pérdida de divisas es clave para entender que si no se cuidan los pocos y magros dólares que aún quedan en las arcas del Banco, el golpe de mercado a la Alfonsín tiene mayores probabilidades de éxito, ya que cualquier grupo económico disgustado con el gobierno y con pocos dólares puede hacer volar el tipo de cambio paralelo, llevándolo a niveles venezolanos de ridiculez, como lo demostró el Grupo Clarín el mes pasado.

Pero para desarticular esa posibilidad es necesario meter la cuchara en el corazón del sistema, práctica que ningún actor relevante de la política nacional parece intentar. De hecho el Ministro Guzmán aclaró que la negociación con el FMI será pasada por el Congreso para su aprobación, lo que genera un hecho democrático loable. Más loable sería que los que endeudaron al país en semejante fortuna tengan al menos un malestar judicial, y no estén paseando por Suiza en paz. Se va a discutir democráticamente como todos pagaremos la deuda, pero no se discutió como ni porqué la tomamos.

El endeudamiento del macrismo con el FMI no solo no pasó por el Congreso, ni siquiera tiene un acto administrativo. No hay un solo papel que indique como y porqué el Estado tomó esas deuda. Semejante acto criminal no tiene consecuencias, y sus perpetradores no van a ser incomodados, pero vamos a ser democráticos en decidir como pagar lo que se robaron. Eso habilita a que en el futuro cercano, cuando el amigo Horacio sea presidente, vuelva a generar un ciclo de endeudamiento, fuga y blanqueo, ya que es sabido que no tienen ninguna consecuencia. Pero como el futuro llegó hace rato, no hace falta predecir sus políticas, ya que en cuatro años  Larreta endeudó a la ciudad de Buenos Aires  más que Macri en ocho años, pero gracias a sentarlo al lado del Presidente en cadena nacional y a la cobertura de propios y extraños hoy es el político con mejor imagen del país.

Doscientos años antes de Cristo, el mecanismo de Anticitera podía predecir posiciones astronómicas y los eclipses por los diecinueve años siguientes, ya que conocido el movimiento y los ciclos celestes, un engranaje complejo pero engranaje al fin era todo lo necesario para conocer el futuro. Con los ciclos de deuda argentinos sucede lo mismo y por ello su futuro es predecible. También lo son las consecuencias de continuar la descoordinación del Banco Central con los intereses nacionales: 10 millones de niños pobres, que son el testimonio del futuro en el presente.


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