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Todo dólar es político

Escrito por el 31 agosto, 2020

Por: Leo Fusero

La teoría económica estándar indica que en el largo plazo el tipo de cambio (el precio del dólar) está determinado por la productividad de una economía. O sea, por la capacidad de producción por unidad de trabajo, o por superficie de tierra cultivada. Por el rendimiento de cada unidad de producción. Así, fijado los términos del intercambio comercial, cuantas unidades de producción local tengo que intercambiar para obtener una unidad de producción extranjera determinan la relación de cambio entre la moneda local y la internacional, lo que se llama el precio del dólar. En el caso de la  Argentina la paradoja se tiene en que los dos sectores más importantes del ámbito económico tienen productividades muy distintas: al contar con una de las tierras más fértiles del mundo, la agricultura presenta una alta productividad poniendo 37,5 millones de hectáreas que generan 147 millones de toneladas de soja, maíz, trigo, girasol, cebada y sorgo, con una productividad media de casi cuatro toneladas por hectáreas. Esa alta productividad coloca al país como décimo exportador de alimentos y el tercero en soja. Bajo una óptica de agronegocio, el dólar debería ser barato. La contratara es la industria, conglomerado de servicios y actividades que tienen mercados cautivos, generan poco adelanto científico tecnológico, son parasitarias del Estado y generan una burguesía que no reinvierte sus ganancias para lograr productividad y capacidad de competencia internacional. Esa baja productividad tenía una solución para el Macrismo: devaluar la moneda de manera tal que el tipo de cambio creciera más que la tasa de interés, que el promedio de los precios y que los salarios, generando una transferencia de ingresos de los asalariados y de los pequeños y medianos productores a favor de los sectores más concentrados de la industria (formadores de precios), del sector financiero y de los exportadores, teniendo siempre en mente que una forma de aumentar la productividad del trabajo es pagar salarios miserables, pensando en que el competidor local es Brasil. Pero como el mundo mide su potencia en capacidad industrial, esa despreocupación por la reinversión en industria hace que la Argentina sea sólo el 0,3% del PIB mundial.

En ese escenario, gracias a la pandemia que evita las importaciones de bienes finales o intermedios para la industria y la imposibilidad de que las clases con excedentes puedan gastar dólares en países serios, la balanza comercial del país va a sumar 15.990 millones de dólares en 2020. Con un ingreso masivo de dólares y exportando masivamente alimentos (generado en el sector más dinámico y productivo de la economía) y con una alta demanda de países que compiten por abastecerse de comida a como de lugar, el precio del dólar debería caer, si es que la afamada ley de la oferta y la demanda funcionara. Pero sin embargo sube, y las presiones sobre la devaluación muestran que el precio del dólar refleja una puja mucho más gravitante, más trascendente que un mero reparto de excedentes. En el precio del dólar se refleja la cuestión de qué país vamos a ser. Desde que se inició el aislamiento entre 3 y 4 millones de personas compran 200 dólares para ahorrar en moneda extranjera al mismo tiempo que nueve millones de personas reciben el IFE porque no tienen trabajo o si lo tienen es precarizado; donde el Estado abona prácticamente la mitad del salario de 2.040.000 empleados de 242.000 empresas en un universo de 7.595.704 trabajadores en 520.507 establecimientos; donde el salario bruto promedio es de $ 58.000 por mes y la Canasta Básica Total para una familia constituida por matrimonio y dos hijos en junio 2020 fue de $ 43.811 y  donde la industria reconoce una capacidad ociosa del 47% en promedio. Lo hacen replicando la estrategia del poder real, de los 100 grandes compradores de divisas que adquirieron en menos de cuatro años de la gestión de Cambiemos 24.679 millones de dólares y los fugaron. EL grupo de compradores y fugadores lo encabezan los Arrieta-Blaquier del Ingenio Ledesma; los Magnetto, Aranda, Rendo, Herrera de Noble y Pagliaro del Grupo Clarín; y los Rocca, Betnazza y Zavaleta del Grupo Techint. Lo siguen de cerca los bancos Galicia, Macro, Santander, Bilbao Vizcaya, City, HSBC, BNP Paribas, Patagonia y Supervielle. Haciendo una gran demostración de fuerza, el Grupo Clarín provocó la suba del dólar paralelo con compras por 2.400 millones de pesos ordenadas por Telecom, sablazo al que el gobierno respondió declarando servicio público esencial  todos los negocios del grupo salvo el diario y congelando sus tarifas por lo que queda del año. Esto comprende telefonía fija y móvil, Internet y televisión por cable, que además deberán ofrecer una prestación básica universal económica. El comportamiento de la élite local solo es un reflejo de la elite global. Cada año, el 40% de los beneficios internacionales de las multinacionales se declaran en guaridas fiscales.

Con un futuro de urgencias económicas, la tentación de sacrificar las riquezas naturales de los territorios aún no explotados es inmensa, sin mucho espacio para preocupaciones ecológicas. Pivoteando sobre el sentido común y las ventajas comparativas los  principales actores del sistema abogan por avanzar con la explotación de Vaca Muerta y el fracking; abrir definitivamente la frontera de la explotación del litio en la Puna e intensificar y ampliar el régimen del agronegocio y de la minería a gran escala a lo largo de la cordillera. Cuando el precio de esos commodities vuelva a bajar, los pocos ganadores de esos procesos van a recurrir a la clásica forma de hacerse de dólares: el endeudamiento. De esa forma volverán a cerrar el ciclo extracción / acumulación / endeudamiento y fuga, que en países de independencia declamada pero no ejercida  cumple la misma función que una guerra de conquista. El endeudamiento no se limita a ser un mecanismo de exacción financiera, ni al poder de tutelaje que los acreedores adquieren sobre las economías deudoras, sino que la deuda opera decisivamente como dispositivo de ampliación de las fronteras de mercantilización: creando nuevas zonas de aprovisionamiento y valorización equivalentes a la invasión de territorios, el saqueo de recursos, la sobreexplotación de poblaciones subalternizadas y la apertura forzada de mercados. Así, la deuda realimenta continuamente los ciclos de despojo, una vez que no son viables los mecanismos tradicionales de la política colonial. En este proceso, más importante que el drenaje del excedente financiero que ocurre a través de los pagos, es el drenaje ecológico, de materia y energía, que fluye desde las economías deudoras a través de sus exportaciones. La intensificación del extractivismo para pagar las obligaciones externas, cumplirá el cometido del endeudamiento: completar los mecanismos de saqueo financiero con la intensificación de la plusvalía ecológica. No hay quita de la deuda que compense ese nuevo ciclo de despojo. Sobre esa dinámica actúa el sistema financiero, ante la novedad de que la situación de sobreendeudamiento e incapacidad de pagar los compromisos es común en al menos 50 países. Los administradores de fondos no quieren lidiar con una cadena de default, porque los dueños de las divisas que ellos administran querrán retirar esos recursos, entonces van a tener que mal vender activos para poder cubrir dicho retiro y, ante la primera incapacidad de devolver los dólares que invierten en países periféricos para saquearlos van a genera una fuga en estampida de sus inversores que podrían arrastrarlos a la quiebra. Por eso el necesaria e imprescindible apuro por cerrar la negociación de la deuda en Argentina: alumno modelo en el disciplinamiento, generará un faro de que, como y cuando seguir alimentando el poder global.


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