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Pan y Peces

Escrito por el 10 agosto, 2020

Por: Leo Fusero

El martes por la madrugada el gobierno llegó a un acuerdo con los acreedores de la deuda externa argentina en legislación extranjera. En términos económicos, el país pagará sumas muy cercanas a las propuestas originalmente por los acreedores, adelantando algunos plazos y dejando al menos por cuatro años al país sin el peso de la herencia macrista. No mucho para festejar. Aún queda por delante la negociación con el FMI, por un monto similar, y con los acreedores bajo legislación nacional.

Si bien desde lo económico no es un logro brillante, desde lo político despeja el panorama para los próximos años de gobierno, ya que no pagará montos considerables hasta finalizar su mandato. Una vez terminado, a los valores acordados, es inevitable que el país vuelva a tomar deuda para pagar deuda vieja, reiniciando el ciclo de valorización financiera que el mundo le pide (u obliga) y que las oligarquías locales usufructúan. La deuda en moneda extranjera tomada por el macrismo tenía dos funciones. La primera, proveer de dólares a los sectores con capacidad de ahorro y permitirles dolarizar el excedente de renta para poder fugarlo. El segundo, condicionar las políticas públicas del Estado Argentino, ya que los montos establecidos por el mismo macrismo eran de cumplimiento imposible. Los vencimientos acordados originalmente por  la gestión de Macri eran de U$S 25.244 para 2020, U$S 20.911 para 2021, U$S 37.639 para 2022 y U$S 29.688 para 2023, sumas absolutamente impagables, que tenían como sola misión el condicionar cualquier política de Estado al peso de su deuda. Visto desde ese punto de vista, llegar a un acuerdo, aunque esté lejos del óptimo, es positivo.

Lo negativo es que el acuerdo, celebrado por macristas como Toto Caputo, implica, por n-ésima vez, la impunidad a todos aquellos que se beneficiaron con el ciclo de endeudamiento más salvaje de la historia argentina, ya sea por haberla gestionado (y cobrado comisiones por ello) o por haberse hecho de dólares a $25 que hoy cuestan $130. Ninguno de ellos será rozado por el sistema de administración de leyes llamado justicia, como demuestra su cabecilla al vacacionar en plena pandemia en Saint Tropez con parte del dinero robado al pueblo argentino, pueblo que se dispone nuevamente a pagar una deuda que no lo benefició, que no pidió, que no le trajo ningún progreso pero que deberá abonar porque no hay otro camino dentro de la totalidad hegemónica del capitalismo financiero de mercado.

Misma impunidad gozarán los directivos de Vicentín. La propuesta de la empresa de bandera que controle las exportaciones del sector más dinámico de la economía nacional recibió el tiro de gracia con la decisión de ponerle un punto final al proyecto de intervención y expropiación. Como con la deuda, en este caso también ganaron los patrones corruptos de la empresa, que estafaron al Estado por millones y ahora van a ser «rescatados» por su principal acreedor. Ganaron los dueños de todo, los ganadores de todas las crisis, los especuladores y los delincuentes de traje y corbata que presionan y hacen lobby en todos los niveles. Ganaron los operadores de los medios hegemónicos, que salieron a defender la propiedad privada de los empresarios con una pasión digna de una épica libertadora. Ganaron los vecinos del privilegio y las cacerolas, que salen a manifestarse para defender la propiedad privada y de paso, para desparramar odio e ignorancia. Pierde un gobierno y un Presidente que se debilita y pierde más autoridad con una marcha atrás penosa, con una retirada incomprensible. Perdemos todos los que fuimos estafados por los patrones de Vicentín y su negocio de millones gracias al macrismo en el Banco Nación. Pierde cualquier idea de control del Estado para evitar que las corporaciones hagan negocios a partir de la corrupción, se fuguen el dinero y encima haya que «rescatar» sus empresas de la quiebra. Pierde cualquier pretensión de soberanía alimentaria, aunque más no fuera un amague, que terminó en un retroceso ridículo.

Grotesco final para una decisión que parecía un quiebre en la gestión. Ahora también parece serlo, pero no por el lado positivo, en todo caso. Ganaron los poderosos de siempre. Ganó el país de los vivos, una vez más.

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