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“Cuando yo nací, a mi vieja la tenían atada de pies y manos”

Escrito por el 9 mayo, 2011

Leonardo Fossati nació en la mesa de la cocina de la comisaría Quinta de La Plata el 12 de marzo de 1977, donde su madre, con sólo 17 años y atada de pies y manos, lo tuvo luego de estar secuestrada en ese centro clandestino de detención, en plena la dictadura militar
Leonardo Fossati vive hoy en Gonnet. Pasó su infancia a diez cuadras de la Comisaría Quinta, sin saber que había nacido ahí
De toda esa historia el joven se enteró 28 años después, cuando supo que la familia con la que se crió lo había adoptado de forma irregular. Junto a la filial platense de Abuelas de Plaza de Mayo descubrió que sus padres biológicos permanecían desaparecidos. En una entrevista con Diagonales contó cómo recuperó su identidad y habló de sus padres, de su familia, y de las huellas invisibles que sus progenitores le dejaron, como el disgusto por la remolacha o su nombre, que él había elegido para su hijo y que compartía con su papá y su abuelo biológicos.
El 21 de enero de 1977, la militante de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), Inés Beatriz Ortega, y su marido Rubén Leonardo Fossati, integrante de Montoneros, tenían que encontrarse con otros compañeros en un bar de Quilmes. Pero el encuentro estaba “cantado” y fueron secuestrados. La joven estaba embarazada, y tres meses después su hijo nació en el centro clandestino de detención que funcionó en la seccional de diagonal 74 entre 23 y 24.
Durante casi toda su vida Leonardo se llamó Carlos, el nombre que le dio el matrimonio que lo crió junto con una hermana mayor a la que también adoptaron de manera irregular. “A fines de 2003 hablé con mi familia de crianza y me contaron la verdad que conocían a hasta ese momento: primero que no era hijo biológico de ellos”. Y recordó que el nexo con los policías de la Bonaerense que lo robaron fue una partera vecina de su madrina de crianza.

-¿Cómo fue su apropiación?
-Cuando mis viejos de crianza decidieron adoptar contactaron a varias personas, entre ellos una partera que atendía en su domicilio. Mucho después, el 20 de marzo del ’77, esa mujer llama a mi madrina diciéndole que acababa de nacer un chico en su casa, de una mujer muy joven cordobesa que había venido a estudiar, y que ni ella ni su familia querían al bebé y lo daban en adopción. Hubo una reunión familiar de la que participó mi abuela de crianza y decidieron adoptarme. Me fue a buscar mi madrina de crianza y me llevó a la que fue mi casa. Esa fue la historia que me contaron a fines de 2003 y fue la historia que ellos supieron y les contaron sobre mi origen.

-¿Cómo llegó a Abuelas de Plaza de Mayo?
-Después de hablar con mis viejos intenté contactar a la partera pero ya había fallecido. Y teniendo en cuenta que nací en el año ’77, que la puerta donde podía llegar a averiguar algo se había muerto, que nací en La Plata en plena dictadura, me acerqué a Abuelas. Fui con muy pocas expectativas, pero era una puerta abierta.

-¿Sospechaba que podía ser apropiado?
-Era una puerta más. Los pocos casos que conocía yo eran medio paradigmáticos, en los que los pibes habían sido apropiados por gente de la fuerza, milicos o policías, que encima habían tenido algo que ver con el secuestro de sus padres. Entonces siempre asimilé  que todos los casos venían por ese lado, o que las familias tenían vínculos o esa ideología, lo que no era mi caso.

-¿Cómo llega a saber que sus padres eran desaparecidos?
-En 2004 empieza la investigación por medio de las partidas de nacimiento, para ver quién había firmado, por el documento, y todos los papeles. Y a principios de 2005 me dicen de hacerme un estudio de ADN para corroborar si podía tener algún vínculo con algunas de las familias que están en el banco de datos genéticos. Recién en agosto de ese año pude obtener resultados.

-A partir de ese momento empieza para usted otra historia. ¿Cómo cambió su vida?

-Para mi fue, desde todos los aspectos, un cambio muy positivo. Caería en frases hechas, pero fue encontrar la luz; salir de un lugar oscuro y entrar en la claridad. Pero ese día, a pesar de que eran cosas muy fuertes y tristes porque en algún punto yo tenía expectativas de encontrar a mis viejos, descubría que la historia que me habían contado no era verdad, que a mi no me habían abandonado. Mis padres tenían un nombre para mí y tenían planes como cualquier familia.

-¿Que heredó de sus padres?

-Empecé a encontrar coincidencias: por ejemplo, que a mi me habían puesto Leonardo al momento de nacer, porque ese era el nombre de mi viejo y el de mi abuelo, y yo había elegido ese nombre para mi hijo, que después se terminó llamando de otra manera por negociaciones con la mamá.
Pero cuando me enteré que iba a ser papá elegí ese nombre. Obviamente ya me había olvidado de eso, pero en el momento en que me enteré cuál era mi nombre real, fue lo primero que se me vino a la mente. Evidentemente en el embarazo se transmiten un montón de cosas, además del color de ojos o del pelo.

-¿Qué otras cosas heredó?
-Además del cuadro (somos los dos de Estudiantes), lo del nombre es muy fuerte, porque hay millones de nombres. Si yo antes de conocer todo esto pensaba que estas cosas se transmiten en el embarazo, cómo no iba a pensarlas ahora. La primera vez que fui a cenar a la casa de mi tía paterna, en Villa Elisa, como era la primera vez que morfábamos juntos y no sabía qué me gustaba me hizo de todo un poco. Entonces cuando veo eso le dije que soy fácil, que como de todo. Pero le aclaré: “Lo único que no me gusta, y no se porqué, es la remolacha”. Se quedó petrificada porque se acordaba del primer día que mi viejo llevó a mi mamá a comer a su casa para presentarla y charlando mi vieja le había contado que lo único que no le gustaba era la remolacha.

-¿Cómo lo impactaron esos descubrimientos?
-En su momento no le di mucha importancia. Pero después me di cuenta que nunca me voy a cruzar con mis viejos para preguntarles qué les gustaba y que no, y entendí que todo eso, en realidad, es parte de mi identidad. Son esas cosas que me identifican con mis viejos y que yo no supe hasta los 28 años. Así como el color de piel o de ojos, eso empieza a aflorar. Y se convirtió en mi segunda búsqueda: primero fue encontrar la verdad; después empecé a buscar todos los pedazos rotos del rompecabezas para poder armarlo.

-¿Tiene familia biológica en La Plata?
-Tengo una tía paterna que vive en Villa Elisa; una tía materna, que vive en 18 y 80, que es hermana gemela de mi mamá. Ella también estuvo perseguida, estuvo en la clandestinidad, estuvo secuestrada un día, pero la largaron y se fue del país; se exilió en Venezuela. Tengo dos primos hermanos que nacieron y viven allá.

-¿Tuvo posibilidad de cruzarse con ellos antes de enterarse que sus padres estaban desaparecido
s?
-Con mi tía paterna si, porque yo conocí la casa donde ella vivió en la adolescencia, porque como no tenían muchos recursos compartían una casa con otra familia. En esa casa, treinta años después, pasé gran parte de mi infancia, porque vivía la tía de mi primer amigo, que lo conocí a los 3 años y sigue siendo mi amigo, y cuando iba a la casa de su tía que quedaba a tres cuadras de mi casa, yo iba a jugar con él y pasábamos el día ahí.

INÉS Y RUBÉN. Los padres de Leonardo Fossati fueron secuestrados en enero del 77 y todavía permanecen desaparecidos. En la Comisaría Quinta los vieron por última vez el 28 de abril de ese año. Hasta esa fecha, el nieto recuperado tiene la certeza de que estuvieron vivos. Desde que recuperó su identidad los busca junto a su familia biológica, y con el Equipo Argentino de Antropología Forense.

-¿De dónde eran sus padres? ¿Cuál es su historia?

-Los dos eran de La Plata. Mi mamá, al momento del secuestro, estaba cursando quinto año, aunque ya estaba viviendo en la clandestinidad así que no estaba yendo al colegio; iba a la Legión, en 13 y 60. Mi viejo fue al Nacional y había terminado y se había anotado en Historia, pero por lo mismo, tampoco podía cursar. Mi viejo estaba en Montoneros, hacía trabajo social. Mi mamá estaba en la UES.

-¿Cuándo los secuestraron?
-Fue el 21 de enero de 1977, en Quilmes. Estaban viviendo en la clandestinidad y tenían un encuentro en un bar con otros compañeros y, aparentemente, alguien cantó y cuando ellos llegaron al frente de la puerta del bar, cayó el operativo y los levantaron a los dos de ahí. Eso lo sé porque hubo testigos que vieron todo. Mi vieja estaba embarazada de cinco meses. Yo nací el 12 de marzo.

-¿Cómo reconstruyó toda esta historia?
-Sobre todo con los compañeros de mis viejos, compañeros del secundario, y con la familia que me quedó. Mi tío, el primer esposo de mi tía materna, que está en Venezuela, vio el momento del secuestro, porque zafó del operativo, así que me contó.

-¿Dónde nació?
-Adriana Calvo, que era otra detenida, estaba embarazada y era más grande que mi vieja; tendría 26 años, y ella la ayudaba a mi vieja con el trabajo de parto. Ella fue la que avisó a los guardias que mi vieja tenía cada vez más contracciones y que había que llamar a un médico. Ella vivió esa secuencia, hasta que viene un guardia, después de cuatro horas o más, y la llevan a la cocina de la comisaría, donde había una mesa en la que me tuvo a mí.

-Naciste en la cocina de la comisaría…
-Nací en la mesa de la comisaría mientras mi vieja estaba atada de pies y manos. Eso después se lo contó mi vieja a Adriana; que como ella sobrevivió, me lo contó a mi. En realidad, antes ya lo había dicho en un montón de lugares, como el juicio por la verdad y otras causas.

-¿Volvió en alguna oportunidad a la Comisaría?
-No. Nunca.

-¿Se crió cerca de la comisaría Quinta?
– Me crié cerca, a una cuadra del parque Saavedra. La comisaría está en 23, o sea que me crié a diez u once cuadras de la comisaría quinta.

“Toda mi vida fui Leonardo, pero no lo supe”
Una semejanza que atraviesa a muchos de los nietos recuperados es que suelen elegir para sus hijos o para jugar en su infancia, el nombre que les habían puesto sus padres antes de ser apropiados. Durante 28 años Leonardo Fossati había vivido con el nombre Carlos. Pero al enterarse de su origen, decidió utilizar el que le habían puesto al momento de nacer.

-¿Como fue ese cambio?
-Fue raro. Fue todo un proceso. No fue que al día siguiente me cambié el nombre. Pero los abogados de Abuelas me explicaron todo lo que esto conlleva: a mi me estuvieron buscando durante 28 años y tenía un nombre falso, porque mi adopción no fue legal. Jurídicamente eso había que arreglarlo. Entonces, primero me resultó raro porque de un momento a otro tenía que cambiarme el apellido. El nombre fue una elección, pero el apellido había que cambiarlo. Yo elegí ponerme Leonardo, porque por suerte tuve un tiempo para acomodarme a todo esto antes de resolver la cuestión legal.

-¿Porque decidió cambiarse el nombre?
-A mi me robaron. Yo toda mi vida fui Leonardo; la diferencia es que no lo supe. Cuando una persona nace, sus padres lo anotan con un nombre. A mi no me anotaron, pero me habían puesto nombre. Mi vieja me tuvo un día en la comisaría Quinta y ya sabía que si era varón iba a ser Leonardo. Y cuando nací le dijo a todo el mundo que estaba ahí que había nacido Leonardo. Todo lo demás fueron circunstancias de la vida. Pero yo era eso y me lo cambiaron. Y cuando llegó el momento de encarar el tema de la justicia, dije: «Soy Leonardo Fossati». Obviamente que con un montón de quilombos en la cabeza, porque habían pasado seis o siete meses. Igualmente en ese momento decidí, que si lo hubiera hecho ahora no lo hubiera hecho, dejarme el nombre Carlos en el documento. Porque en ese momento mi identidad era esa. Estuve 28 años con ese nombre. No me arrepiento, aunque hoy mi firma y mi nombre es Leonardo.

-Pero el nombre no fue lo único que cambió…
-Me costó tiempo darme cuenta. Al principio fue enterarme quiénes eran mis viejos, cuál era su historia y que no me habían abandonado. Pero a medida que me interiorizaba más, me fui dando cuenta de que era mi historia. Y que fue al revés: que a mi me cambiaron la historia. No era lo que yo ya conocía más lo que conocía ahora de los años `70. Después todo eso fue cambiando y lo que al principio era «mi familia y mi familia biológica», pasó a ser «mi familia y mi familia de crianza».

HIJO Y NIETO. Cuando Fossati recuperó su identidad había construido, durante 28 años, la vida de una persona adulta, que ya tenía su propia familia, con un hijo incluido. Por eso, en 2005, no sólo él recuperó su identidad, sino que también enmendó la privación de identidad de una víctima de segunda generación: su hijo Tomás, nieto de desaparecidos.

-¿Cómo le contó a su hijo, que en ese momento ya era grande?
-Tenía ocho años. Le fui contando en dosis, pero siempre le dije la verdad: que yo no era hijo biológico de la familia que me había criado, es decir de sus abuelos, y que había encontrado la verdad de que no me habían abandonado. Que mis viejos estaban desaparecidos y fallecidos. Traté de explicarle eso siempre desde un lugar positivo: que conocía la verdad, que podía conocer la historia de sus abuelos. Y lo más importante, que conocía al resto de la familia: a mis tías, a la abuela y mi abuelo maternos, a mis primos de Venezuela y que se agrandaba la familia. Que era la familia que me buscó durante mucho tiempo. Lo fue viviendo como un proceso de suma.

TESTIMONIO
El nieto recuperado en 2005 es querellante en la causa por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la dictadura en el centro clandestino de detención que funcionó en esa seccional platense durante la dictadura y recientemente declaró en el juicio por el plan sistemático por robo de bebés: “Los nietos vamos a declarar porque la sola presencia nuestra prueba que eso pasó. Somos un testimonio físico”, dijo.
FUENTE: Diario Diagonales

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