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Rubias de New York

Escrito por el 14 mayo, 2019

Leo Fusero nos trae la columna semanal de Economía en Cartón: Detrás del Humo del Choripan, con un amplio análisis del contorno político argentino. 


Greenwich es una pintoresca localidad al noreste de Nueva York. Tiene la
particularidad de albergar 120 familias de argentinos, que viven en la zona denominada
Little San Isidro, rememorando la localidad del norte de la Provincia de Buenos Aires
del cual provienen en su mayoría. Gran parte de estas familias dedican sus días a
trabajar en los grandes bancos de Manhattan, como JP Morgan, UBS o Citibank. Se
dedican a tradear (compra y vender) bonos de la deuda externa argentina. Ese núcleo de
Golden Boys tocó el cielo con las manos al acceder Macri al poder. Uno de ellos,
Alfonso Prat-Gay, conocía bien la sede de JP Morgan en la avenida Madison al 383, por
haber sido empleado del banco antes de ser designado por Macri con el cargo de
Ministro de Economía, al igual que el ex secretario de Política Económica, Vladimir
Werning, que meses antes de asumir el cargo público era economista jefe del mismo
banco. Comparten antecedentes con el Messi devaluador, Luis Caputo, con paso por el
Deutsche Bank y también por Morgan en Buenos Aires. De hecho, en JP Morgan, el
CEO global de banca de inversión, Daniel Pinto, nació en Lomas de Zamora. El JP
Morgan de Manhattan también tiene a Nicolás Aguzín, otro argentino, como
responsable para Asia, y a otro más, Martín Marrón, como CEO para Latinoamérica.
Tanta presencia argenta en el JP Morgan quizás explique porqué ese banco es el
responsable de colocar más del 90% de la deuda externa emitida durante el gobierno de
Macri. Y no solo la emitida por la Nación, ya que dedicó sus bien remunerados
esfuerzos a colocar deuda de provincias, por ejemplo Entre Ríos. Fue el mismo JP
Morgan el que decidió salir del país hace un año, cambiando sus títulos de deuda por
dólares frescos, lo que le provocó al país una devaluación del 100% y una pérdida de
más de U$S 30.000 millones en reservas. En varios fondos de inversión con sede en la
Gran Manzana también hay acento porteño. Por ejemplo en Gramercy, que se dedica a
la inversión en “países emergentes” hay dos argentinos: Gustavo Ferraro y Javier
Ledesma Arocena. El fondo VR Capital, que se dedica a “emisiones soberanas” tiene
oficinas en Buenos Aires. También hay argentinos en Marathon.
A ese reducido y siniestro grupo de sicarios financieros es al que se denomina con el
eufemismo de “mercados”. Son esas 100 personas, distantes a más de 8500 kilómetros
de su lugar natal, las que deciden según su humor matinal y con un solo clic en sus
computadoras, el valor del dólar, la tasa de interés, cuantos trabajadores irán con sus
huesos al eterno desempleo, cuantos niños morirán de hambre y el futuro del país. El
poder para determinar que será de esta otrora nación independiente se los dio el pueblo
argentino, al elegir a Macri como presidente, y después el mismo Macri, al designar a
parte de ese grupo como ministros de economía o secretarios de finanzas. Muchos de
ellos tienen comprada gran parte de la deuda argentina, y ante la debacle amarilla,
intentan hacerse de los dólares necesarios para poder salir lo antes posible. Para que
puedan hacerlo, en una decisión inaudita, el FMI avaló al Banco Central a que venda
todos los dólares que considere necesarios. Lo inaudito ya es histórico, porque jamás en
la historia el FMI le dio tanto dinero a un solo país, la Argentina, que hoy representa
más del 40% de los préstamos del FMI a nivel global, y jamás el FMI avaló la venta de
dólares para pagarle a Golden Boys, ya que el artículo 7 de su estatuto prohíbe
expresamente que los préstamos dados a un país sean utilizados para la fuga de capital.
En resumen, el FMI viola su propio estatuto con tal de pagarles a estos timberos
expatriados, a costa del hundimiento de la nación. Para aumentar el grado de
putrefacción, el Banco Central decidió que no informará diariamente, como le venía
haciendo, el estado de las reservas ni dirá en detalle en qué ha gastado los dólares que
todo el pueblo argentino deberá pagar por decenios. Pagar y ocultar, para que no salte la
liebre.
Quién crea que las elecciones de octubre próximo podrán modificar esta realidad, solo
tienen que recurrir a la historia para negar dicha hipótesis. Fue uno de ellos, de los
Golden Boys, el que los traicionó hace más de diez años. Quizás por no provenir de la
zona norte cheta ni tener doble apellido, Hernán Arbizu, ex Nº 2 de JP Morgan para
América Latina, se autodenunció en el juzgado del Juez Federal Sergio Torres en 2008,
donde entregó información lapidaria indicando cómo el banco facilitaba la fuga de
capital y la evasión de grandes sumas de dinero al fisco. La causa, que recayó para su
investigación en el fiscal Guillermo Marijuan, no tuvo movimiento. El mismo fiscal que
dinamitó la Patagonia buscando las bóvedas y containers enterrados con dinero de CFK
sin resultado alguno, no movió el expediente, ni siquiera llamando a una sola persona a
indagatoria. Una posibilidad para justificar semejante falta de apego al trabajo la dio el
mismo Arbizu al declarar en la comisión bicameral del Congreso Nacional que entre
otras cuentas que él manejaba desde Buenos Aires figuraba una del Grupo Clarín, que
tenía 1300 millones de dólares en activos fugados ilegalmente. En el 2008 gobernaba
CFK, y estaba en el auge de su poder, pero la denuncia de Arbizu solo juntó polvo en un
juzgado. Será por eso que el prócer de estos timberos, Nathan Mayer Rothschild,
declaraba a quién quisiera oírlo, “dadme el poder de imprimir dinero y no me importará
quién dicte las leyes”.

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