A modo de conclusión
Escrito por Leonardo Fusero el 19 septiembre, 2020
Argentina es el país que más se empobreció en el mundo en los últimos 5 años. Pasó de tener U$S 12.000 de ingreso per cápita a unos míseros U$S 4.000, por debajo de Uruguay, Chile, Brasil, Colombia, Paraguay, Jamaica, Perú y Cuba. Ningún país en el mundo retrocedió en estas dimensiones en los ingresos de su población. Eso explica que casi el 60% de la población argentina hoy es pobre y la proyección de los datos del INDEC del primer trimestre de este año indican que la tendencia se va a seguir agudizando, llegando a tener casi 10 millones y medio de niños en la pobreza.
El Estado Nacional, los estados provinciales y municipales, el 95% de las empresas privadas y el 95% de los hogares argentinos se encuentran en un déficit mensual económico sistemático y creciente. La utilización de la capacidad industrial es de apenas el 30%, sin antecedentes en los últimos 100 años. Según el INDEC el 60% de la población tiene ingresos promedio de $25.000, que alcanzan para cubrir solo el 50% de la canasta básica del propio INDEC, que está en el orden de $45.000 sin considerar pago de alquileres. Desde hace cuatro décadas la presión impositiva del Estado sobre la sociedad no ha dejado de subir expoliando al país para poder pagar el endeudamiento externo, que se retroalimenta por la fuga de capitales.
Todos los impuestos que pagan el 95% del pueblo argentino han subido sistemáticamente y no precisamente para su propio beneficio. El IVA, el más regresivo de todos, pasó del 13% en 1970 al 21%. El 95% de la recaudación del Estado surge y es pagada por el pueblo trabajador mientras que solo el 4% es soportado por los dueños del capital o los sectores concentrados.
La fuga de capitales, responsable de la distorsión del mercado y la violación del orden público junto con la emisión de moneda para sostener las tasas de interés más altas del mundo a lo largo de 44 años en forma interrumpida, han llegado al límite de hacer retroceder la población al mismo nivel de ingreso per cápita que en 1970. Ambas prácticas han hecho retroceder 50 años a los argentinos mientras el 85% de la población del mundo aumentó entre 200 y 600% su ingreso per cápita en los mismos 50 años en que Argentina lo redujo el 66%.
El Banco Central ha convalidado la concentración bancaria de las 1000 entidades financieras que existían en 1976 a las 10 entidades relevantes de la actualidad. La tasa de interés sobre la población en los últimos 50 años promedia un 45% anual, en tanto el promedio para los mismos periodos del resto de los países América Latina es el 6% anual y el promedio mundial es del 3%, constituyendo una de las causas centrales del empobrecimiento de la población y de la Nación. Al cabo de 45 años de prácticas monopólicas dolarizadoras, el “refugio real” ha sido para el 5 % de la población y el 50 % perdió drásticamente su patrimonio y su capacidad de ahorro junto al otro 45 % que perdió toda posibilidad de movilidad social ascendente. La cantidad de argentinos con capacidad de ahorro era del 50% en 1974, hoy es el 5%. Esto significa que hoy deberían estar ahorrando 22.000.000 de argentinos, y solo lo hacen 2.000.000.
El valor del metro cuadrado en “ladrillos” subió un 200 % en 45 años, mientras los “precios monopólicos dolarizados” de todos los bienes necesarios para vivir subieron un 5.000% en dólares. La relación de m2 necesarios para comprar un automóvil 0km era de 5 a 1, ahora es de 10 a 1. Se multiplicó por 2. En materia de precios de energía es peor, se multiplicó por 4. En alimentos y medicamentos por 3. De manera que la ilusión de “refugio en ladrillo dólar” es en realidad la última trinchera de la decadencia para cada vez menos argentinos. Concretamente solo el 5 % de los argentinos ganó con el sistema de dolarización. El déficit habitacional es de 3.5 millones de viviendas. Los propietarios capitalistas de campos e industrias con capacidad de acumulación, disminuyeron en 45 años de 2.000.000 a 500.000. Dejaron de existir y acumular con la “dolarización” de rentas, y por tanto perdieron su patrimonio. La desnacionalización a manos de poderes monopólicos extranjeros (80%) y locales (20%) eliminó 1.500.000 capitalistas argentinos que existían en 1974. Esto significa una pérdida de flujos financieros a lo largo de 45 años equivalentes al 50% del PBI anual, que pasó a manos de extranjeros. Es decir una pérdida de 6 billones de dólares transferidos en 45 años. El último refugio de ese millón y medio de ex–capitalistas es que mantienen, en promedio, un refugio en “ladrillos dólares” de 0,6 billones. O sea, han perdido el 90 % de su patrimonio en dólares en 45 años al intentar falsamente refugiarse en dólares defendiendo un sistema que los destruye.
La deuda externa producida por el gobierno del Macri llevó la relación deuda / PBI al doble. Debemos el doble de todo lo que producimos por año. Para una política de distribución del ingreso que intente volver a los U$S 12.000 per cápita del año 2015, el capital de trabajo requerido serían 100.000 millones de dólares. No existe mercado de capitales nacionales o internacionales capaces de financiar ese proceso. La dispersión y desvalorización de la riqueza nacional totaliza 1.020.000.000.000 de dólares. Esa misma riqueza extraída del país fue revalorizada en el exterior a un valor que, según los indicadores del Bloombreg, dan un valor presente del capital fugado al exterior a 8.700.000.000.000 de dólares. Si no hubiese habido fuga de capitales las reservas del BCRA serían el doble de las actuales reservas de China, equivalentes a los montos de valorización de Fondo de Inversión Noruego en 35 años, de las Reservas del Banco Central de Bolivia en 12 años, o la capitalización del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, por mencionar solo algunos de los 73 países que, al contrario de la Argentina, en los últimos 45 años han utilizado la valorización financiera mundial para lograr soberanía y aumento de la calidad de vida de su población.
Durante el periodo 1974/2020 la productividad de cada argentino, medida en producción física se incrementó un mínimo de 3.400% en el agro, 5.500% en la actividad industrial y 9.300% promedio en la producción de energía y servicios. Lo que da un promedio, por la ponderación del PBI del 6.875% de aumento de productividad de los argentinos. Ese 6.875% de aumento de la productividad de los argentinos contrasta moralmente con el 700% de aumento de la pobreza, que pasó del 5% al 40, la reducción de explotaciones agropecuarias de 1.000.000 en 1974 a 200.000 en 2020, o sea un 80% menos de propietarios, la reducción de la burguesía industrial en un 88% concentrándose en monopolios extranjeros con fines de transferencia a sus casas matrices y la eliminación de las Empresas Estatales y Financieras por privatizaciones a precio vil. Este esquema significó la eliminación de flujos financieros al Estado Argentino de 130.000 millones de dólares por año a lo largo de 30 años. 3.900.000.000.000 de dólares que debió facturar el Estado y pasaron a facturar empresas extranjeras. Todas fugadoras de capital al exterior, al no contar con Empresas Sistémicas Estatales, tal como lo disponen el 75 % de la población mundial.
La obscenidad de la realidad social Argentina se construyó y se sostiene en la insuficiente e impotente reglamentación de la carta orgánica del Banco Central que limita el poder de Estado para la emisión soberana de moneda nacional sin la menor demostración ni justificación científica ni jurídica. La situación sin antecedentes de la pandemia demostró su falsedad, ya que en el primer semestre 2020 el país tuvo apenas el 13% de inflación, la mitad de todos los semestres del último quinquenio a pesar de haber aumentado un 500% la emisión monetaria, lo que demuestra que la única medida sana para la sociedad Argentina es la emisión de moneda soberana nacional. Situación que derrumba la principal falacia del sistema de fuga de capitales, que se oculta tras los máximas como emisión igual inflación, para así lograr que se emita sólo lo necesario para que los monopolios extranjeros puedan fugar dinero, apoyados por el poder mediático institucional y comunicacional, a solo beneficio de seis bancos extranjeros, 1000 empresas y 100.000 argentinos que blanquean el dinero fugado con leyes específicas, lo que constituye una dinámica que ha instalado el desorden público en el estado argentino
Ante una segura década de depresión económica, los Estados del mundo van a estar sosteniéndose cada vez más en mecanismos de emisión de moneda más que en la recaudación de impuestos, característica central a un fenómeno nuevo universal fijado por la revolución tecnológica deflacionaria. Hoy del componente de los subsidios y la capacidad de subsidio que tenga cada país es determinante del 70% del precio de los productos de exportación, pasando a ser irrelevante no solamente los costos de producción directos sino políticas de devaluación de cada país para ubicar sus exportaciones. Esta situación está plasmada en los números de la Argentina que en estos 20 años del 2000 al 2020, ha devaluado 10000 % su moneda sin aumentar su mercado externo y los valores de sus exportaciones. Se ha mantenido en los 20 años en un promedio de exportaciones entre los 50 y 60 mil millones de dólares promedio a pesar de ser el país que más devaluó en el mundo. El resto de los países del mundo han devaluado entre un 30 a un 300%, Argentina 10000 %. La razón se encuentra en que los precios de exportación hoy se definen por la masa de subsidios que pueda tener la economía interna de un país y en ese sentido Argentina, producto de la extinción del mercado de capitales interno y de sus consecuencias sobre la caída de la recaudación fiscal del estado, tiene una asimetría absoluta y creciente de capacidad de subsidio frente al resto de los Estados del mundo y por lo tanto no hay devaluación que le pueda permitir competir con esa masa de subsidios. El 80 % de la demanda agregada de la Argentina lo generan el Estado, el ANSES y las PYMES, que no son formadores de precios sino víctimas de abuso de posición dominante monopólica y discriminación de precios entre el mercado internacional y el mercado nacional. La reducción a cero del mercado de capitales locales por fuga de capitales hacia el exterior a tasas 40 veces inferiores a las locales ha mantenido, profundizado, deprimido y reducido la oferta interna de capitales haciendo subir las tasas de interés. La misma constituye el precio del mercado relevante de los capitales hacia la estructura de la economía real, reduciendo así, la cantidad ofrecida por parte de los bancos que tienen posición dominante. A su vez agiganta casi con grado de certeza que en los próximos años Argentina amplíe su default a un default total de su deuda externa en dólares.
La sinfonía de aniquilación sigue sonando al compás del divague institucional y económico en un país productor de alimentos que hambrea a su población, con poderosas fuentes de energía que infrautiliza o malgasta, inundado de moneda extranjera que desvela mientras repudia la propia, que financia con su propia riqueza el buen vivir en otras latitudes, condenando a sus hijos y sus nietos a un futuro negro o inexistente, a sus hombres a encorvar la espalda bajo el látigo de empleos indignos de bestias, a sus mujeres a prostituirse o limpiar inodoros ajenos y a sus viejos a la dicotomía de comer o medicarse, sentados 24hs frente a una pantalla que les informa que el país por el que trabajaron y lucharon, se fue a la mierda.