A 29 años del asesinato de Walter Bulacio
Escrito por Mayra Ravainera el 25 abril, 2020
En FM Raíces Rock recordamos a Walter David Bulacio, bandera de militantes que luchan por los derechos de los pibes y las pibas que habitan el suelo que transitamos, y que encuentran en la música una manera de expresar libertad. Walter nunca llegó a ver a su banda favorita, porque antes de entrar al pogo, la policía lo detuvo ilegalmente y lo mató. Junto a María del Carmen Verdú, abogada de la familia, re-abrimos por un momento el Caso Bulacio.
Era abril, como ahora, pero en 1991 se podía salir a la calle con total libertad. En 1991 no había pandemia y se podía ir a recitales. Era 19 de abril de 1991 y se podía ir al Estadio Obras para ver a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Era abril, y en la ciudad de Buenos aires, la Policía Federal detenía personas arbitrariamente, como ahora, pero en las puertas del Obras. Walter Bulacio tenía 17 años, y fue una de ellas. Esa noche terminó en los calabozos de la comisaría 35º del barrio porteño de Nuñez. Ahí mismo, el comisario Miguel Ángel Espósito golpeó tanto a Walter que, una semana después, falleció.
Al año siguiente, el expediente judicial del caso guardaba una foto con un graffiti en el calabozo de menores. Era 20 de abril de 1991: “Jorge, Walter, Kiko, Erik, Leo, Nico, Nazareno, Betu y Héctor. CAÍMOS POR ESTAR PARADOS” escribió Nazareno, uno de los detenidos, en las paredes donde ‘cayó’ Bulacio.
De ahí en más comienza una historia incansable de pedido de justicia por Bulacio, y una lucha contra los aparatos represivos del Estado.
A Walter lo mató la policía
“De walter pueden decirse muchas cosas: que era estudioso, que le gustaba escribir cuentos, que le encantaba darle de comer a los perros callejeros, y que tenía dos pasiones: San Lorenzo de Almagro y Los Redonditos de Ricota” relata una voz en el documental que se realizó a 20 años del asesinato de Bulacio. (youtube.com/watch?v=BPx–X15SdA)
Hoy también puede decirse que Walter -que nunca llegó finalmente a ver a una de sus pasiones- gritaba en el calabozo “por favor, no le digan a la abuela como estoy, ella se muere si se entera”, apenas sosteniéndose en pie a causa de los golpes. También se puede decir que el pibe inocente de 17 años transitó tres hospitales, luego de esa noche letal en la comisaría; y que en uno de ellos llegó a contestarle al médico “fue la yuta” cuando le preguntó quién lo había golpeado.
“Yo sabía, yo sabía…”
En la segunda marcha para exigir Justicia por Bulacio nació el cántico que ya es típico en movilizaciones, aunque hoy con otras resignificaciones. Pero en 1991, en esa caminata desde el colegio Rivadavia hasta el Congreso que hizo la familia, organizaciones sociales, sindicatos, y agrupaciones estudiantiles, se empezó a escuchar “yo sabía, yo sabía que a Walter lo mató la policía”.
Maria del Carmen Verdú, quien fuera abogada de la familia, recuerda muy bien el surgimiento del canto simbólico: “en ese momento de la marcha, cuando nos estábamos acercando al centro, empezamos a pensar la consigna, porque en el juzgado se hablaba de muerte natural de Walter. Nosotros los abogados y militantes, junto con los familiares, por posición política pensamos: ‘si a la comisaría entró sano y después lo golpearon y murió, entonces lo mató la policía… ¿Y policía con qué rima?’ bueno, así nació el famoso Yo sabía, que hasta hoy me sigue estremeciendo el alma cada vez que lo escucho con otros nombres, con otras palabras”.
La “Negra” Verdú -como es conocida en todos los ámbitos posibles-, además de haber llevado adelante el caso de Bulacio, es fundadora y referente de CORREPI, la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional, que en los noventa recién se empezaba a conocer públicamente como tal.
Con la visibilización masiva que tuvo la tortura y la consecuente muerte de Walter en plena Ciudad de Buenos Aires, el trabajo de la Coordinadora empezó a tomar fuerza hacia afuera: “hasta ese momento, toda la movida nuestra en materia de detenciones arbitrarias por razzias o por faltas y contravenciones, tenían un eje afuera de la capital, en el conurbano. Walter hace llegar el tema de la represión estatal al ámbito urbano”, recuerda la abogada.
El Caso Bulacio y el resurgimiento del movimiento estudiantil
Walter, explica Verdú, hizo también que se volviera a convocar al movimiento estudiantil en las calles: “Entre abril del ‘91 y abril del ‘92, en la primera etapa de la causa donde se hacían marchas frecuentes, festivales, y recitales por Bulacio, se constituyeron la mayoría de los centros de estudiantes post-dictadura. Vos miras fotos de las marchas de abril y mayo del ‘91 y no ves banderas de agrupaciones de secundarios”.
Una prueba de ello es que la primera movilización que se hace en Capital Federal para recordar La Noche de los Lápices es en septiembre de 1991. A partir del saldo organizativo que dejó lo sucedido con Walter, los jóvenes y estudiantes comenzaron a retomar prácticas que, hasta ese momento, no se construían masivamente, ni se llevaban adelante.
Todo este renacimiento de las agrupaciones estudiantiles de los secundarios en un principio, llevó a un fortalecimiento particular después ya que, cuenta La Negra, para 1994 “todos los sectores y agrupaciones de las diferentes universidades se aglutinaron para movilizar juntos contra la Ley Federal de Educación”, y recuerda que algunos de los estudiantes que tenían que asistir porque caían presos por marchar “hoy son grandes dirigentes políticos”.
El juicio final
En 2001 el caso llegó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y en 2003 la sentencia que condenó al Estado Argentino. Dicha sentencia ordenó dos cuestiones que aún no se cumplieron: El juicio y castigo a todos los responsables por un lado, y la rectificación del Estado Argentino en relación al esquema de detenciones arbitrarias, por el otro.
En 2013, luego de casi 22 años de completa impunidad, se realizó el juicio finalmente. El Tribunal Oral en lo Criminal N°29 de la Capital Federal dictó la sentencia de condenar al ex comisario Miguel Ángel Espósito a la pena de tres años de prisión en el marco de la investigación por la privación ilegítima de la libertad de Walter David Bulacio. Nunca hubo una sentencia por su muerte.
La abogada Verdú explica que el juicio “fue un juicio que llegó tarde, que llegó mal, y que llegó incompleto, porque fue solamente por uno de los delitos, y por un único responsable, cuando hay más de uno”. Incluso la pena que se le dio al comisario, dice Verdú, no es “ni una pena simbólica, tres años es un cago de risa”, pero para ese entonces el caso ya estaba muy vapuleado.
Quien resistió durante años con su cuerpo y su mente para cerrar el círculo de Walter fue su abuela Mari. A principios de los 2000, le detectaron cáncer de colon, y tuvo muchas recaídas e internaciones durante casi una década. Sin embargo, casi sistemáticamente, semanas antes a las marchas del 26 de abril, recuerda La Negra, “Mari florecía, ella no quería perderse ninguna movilización por su nieto. Una sola vez la llevamos en silla de ruedas y me re cagó a puteadas”. Después de unos días de la marcha, la abuela de Walter volvía a caer en cama.
“Una vez Mari me dijo <<‘yo no me voy a morir hasta que lleguemos al juicio>>”, recuerda que le dijo Verdú. Y así fue: en noviembre de 2013, la abuela de Bulacio pudo ver desde su cama el juicio que se transmitía online. La negra cuenta que “Mari ya no podía levantarse porque se encontraba muy mal de salud, pero después de cada audiencia íbamos para la casa o la llamábamos”. Y murió pocos meses después, cumpliendo el pacto que había hecho de mantener viva la memoria de su nieto hasta el último momento.
Lo que queda de Walter
Pasaron 29 años de esa noche oscura que tiene a Los Redondos como cortina musical. Las organizaciones estudiantiles y juveniles llevan la bandera de Walter como lucha contra la represión y el abuso de las fuerzas de seguridad.
En algunos recitales de bandas de rock todavía se siguen haciendo eco de esos primeros cantitos ‘contra la gorra’. “Yo sabía, yo sabía…” también se escucha incansablemente en las movilizaciones feministas cuando recordamos gritando que “a los violadores los cuida la policía”.
Canciones y documentales hablan del pibe asesinado. Las calles y los barrios también hablan de él. Walter Bulacio marcó un antes y un después en el imaginario colectivo de Argentina, porque fue un pibe de Aldo Bonzi, de La Matanza, que prendió fuego la Ciudad de Buenos Aires con su historia, dándole luz para siempre a los casos de violencia institucional, que hasta entonces, nadie parecía notar.
Nury Contreras González / 27 abril, 2020, (21:17)
Muy buen recuento de cómo fue lo que sucedió y lo que dejó éste asesinato, porque eso fue lo que sucedió !!!
Pero algo bueno les dejó a la juventud… el despertar de tanto retardo…sigan adelante con la lucha…y gracias a Mayra Ravainera por tu granito de arena que aportas a ésta sociedad …!!!