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A caballito de la revolución

Leo Fusero 27 August, 2020

Por: Leo Fusero

Era común que las visitas lo encontraran tirado en el piso, jugando con sus hijas. Era un padre devoto, y la devoción fue mutua. El matrimonio de Karl Marx y Jenny von Westphalen, una aristócrata que renunció a su riqueza por casarse con Marx e impulsó sus ideales revolucionarios, tuvo siete hijos, pero solo Jenny, Laura y Eleanor llegaron a la edad adulta. Las cuatro mujeres representaron un papel fundamental en su vida. Su esposa parecía ser la única capaz de entender su letra. Con mucha paciencia pasaba en limpio muchos de sus manuscritos. Sus hijas desempeñaron la labor de acopio de información y de traducción de sus obras, que escribió principalmente en alemán y fueron fundamentales para la difusión de las ideas de su padre.

 

El estado de salud de Marx era delicado y había empeorado con la muerte, en diciembre de 1881, de su gran referente: su esposa. Solo un año después perdería a Jenny, de 38 años, víctima de cáncer de vejiga mientras vivía en Francia, donde se había radicado con su familia. La vida de Jenny fue golpeada por la enfermedad y la muerte de dos de sus seis hijos cuando eran pequeños. Marx se encontraba muy enfermo en Londres y no pudo viajar para el funeral. El efecto fue devastador. Perdió el deseo de vivir. Dos meses después, murió.

 

Tras su partida, su hija menor se había enamorado perdidamente de un científico y revolucionario llamado Edward Aveling. Mantuvieron una relación durante más de 10 años, pero Aveling la abandonó por una joven actriz con quien se casó. Eleonor le escribió una nota «Querido, muy pronto habrá terminado todo. Mi última palabra para ti es la misma que he dicho durante todos estos largos y tristes años, amor». Subió a su habitación, se tomó una dosis de ácido prúsico y se acostó.

 

Laura tradujo buena parte del trabajo de su padre al francés. El 25 de noviembre de 1911, la segunda hija de Karl Marx, salió a dar un paseo por París con su esposo Paul Lafargue. Sus vidas habían quedado dramáticamente marcadas por la muerte de sus tres hijos, quienes fallecieron siendo muy pequeños. Van al cine, se compran un dulce, caminan y regresan a su casa. Antes de entrar en su habitación, le dejan comida y agua para varios días a su perro, Nino. Tomados de la mano se suicidan.

 

El comunista más famoso fue sepultado en el  cementerio de Highgate en Londres, donde hay que pagar cinco libras para visitar su tumba. El resto del cementerio es gratis.