La sangre en el cartel
Adios Mundo Cruel 25 June, 2020
Alberto tiene 70 años y es mecánico desde los 17 años. Paula, la segunda de sus hijas tenía 34, esposo, dos hijos y un embarazo de pocas semanas el 18 de septiembre de 2011, cuando recibió un llamado y partió de su casa diciendo que tenía que buscar cosas para la escuela de los chicos. No regresó nunca. Al día siguiente, su esposo, Rodolfo Ortíz, radicó la denuncia sobre la desaparición, lo que dio lugar a una investigación.
Alberto nunca bajó los brazos buscando a su hija. Al poco tiempo se dio cuenta que la policía, cuando no, era parte del problema y no de la solución. Fabricaban las pruebas y ellos mismos las iban a levantar, intentando encubrir a Gabriel Strumia, un empresario local, amante de Paula y sospechado de ser el padre biológico del bebé que la víctima llevaba en su vientre.
Al no obtener respuestas de la policía, Alberto comenzó a salir a la calle con un altoparlante en una camioneta pidiendo ayuda. A los pocos días, ingresaron a robar en su vivienda y se llevaron solo el altoparlante. Días más tarde, entraron en su taller y rompieron la chata de un cliente. Por este y otros amedrentamientos, tuvo que comenzar a usar un chaleco antibalas y a tener custodia permanente.
La semana pasada el Equipo de Antropología Forense halló restos óseos en una barranca de San Lorenzo. Alberto se reunió con los antropólogos y le informaron que, finalmente, los restos no corresponden a Paula: «Lamentablemente el hallazgo fue negativo para nosotros», confirmó.
A fines de noviembre de 2019, un tribunal resolvió revocar la resolución que absolvió a Strumia y lo condenó a 17 años de prisión por considerarlo responsable del delito de privación ilegal de la libertad coactiva, agravada por ser la víctima una mujer embarazada. También a su esposa, por el mismo delito, como partícipe secundaria. De acuerdo a la teoría de la fiscalía y la querella, el hombre forzó a Paula a practicarse un aborto que derivó en su muerte. La misma Justicia absolvió a cinco policías que ayudaron y encubrieron al asesino de Paula.
El cuerpo de Paula jamás apareció. Desde el primer día de su desaparición, Alberto camina incansable las calles de Santa Fe, pegando carteles en todos los árboles. El rostro de Paula está en cada esquina, en cada calle, en cada sueño.