La carta escrita en la nieve
Leo Fusero, Gonzalo Ortiz 2 April, 2020
Escuchá el podcast completo
“A mis queridos alumnos de 3ro D:
No hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado
muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi
labor de soldado: Defender la Bandera.
Espero que ustedes no se preocupen mucho por mi porque muy pronto
vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos
a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que nos lleve a
todos al país de los cuentos que como ustedes saben queda muy cerca
de las Malvinas.
Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a
perder.
Chicos, quiero que sepan que a las noches cuando me acuesto cierro
los ojos y veo cada una de sus caritas riendo y jugando; cuando me
duermo sueño que estoy con ustedes.
Quiero que se pongan muy contentos porque su maestro es un soldado
que los quiere y los extraña.
Ahora sólo le pido a Dios volver pronto con ustedes.
Muchos cariños de su maestro que nunca se olvida de ustedes”
Julio Cao era maestro en la Tablada, partido de La Matanza. Empezó enseñando en Virrey del Pino, en la escuela 157 de La Foresta y luego en la escuela 32 de Laferrere, allá en el Barrio Don Juan. En el año 1981 cumplió el servicio militar en el Regimiento de Infantería Motorizada III «General Belgrano» de Tablada. Cuando llegó la guerra de Malvinas Julio no tenía la obligación de ir. Pero fue. Se alistó como voluntario para ir a la guerra, justamente él, que era pacifista y admiraba a Ghandi. Cuando su madre le dijo que él no tenía que ir porque no había sido llamado contestó “Mamá, ¿con que cara le hablo a mis alumnos de Belgrano, de San Martín o los próceres si cuando hay que poner el pecho me escondo abajo de un pupitre?”. Pocos días antes, Julio, que además de maestro era peronista, había marchado a Plaza de Mayo junto a la CGT, el 30 de Marzo de 1982 y había sido apaleado y gaseado por la dictadura en retroceso. Pero cuando se recuperaron las islas…no lo dudó. Aguantó toda la guerra con el Regimiento en el frente de batalla, en la primera línea de combate. Tuvo hambre, frío, sufrió la brutal humedad de los pozos de zorro, de las trincheras llenas de agua. El mismo día que finalizaba la guerra, el 14 de Junio de 1982, murió combatiendo, fusil en mano, en la batalla de Puerto Argentino.
Tenía 21 años.
No llegó a conocer a Julia María, su primera hija, que nació el 28 de agosto de ese año.
En julio del 2018, sus restos junto a los de otros 92 soldados argentinos fueron identificados en el Cementerio de Darwin, gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense.
Delmira…su mamá, hoy tiene donde rezarle.
El árbol que plantó Julio en el patio de la casa de su madre, ya mide diez metros. Floreció, robusto y firme.
La escuela 32 de Gregorio de Laferrere lleva su nombre
Y la carta que escribió a sus alumnos mientras lo bombardeaba la artillería inglesa es leída en todas las escuelas cada 2 de Abril, por disposición de la entonces Presidenta Cristina Fernández.