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Cordero de Dios

Escrito por el 17 octubre, 2017

El columnista de economía de El Bondi de la 88, Leo Fusero, explica por qué cree que volverá a ganar Cambiemos el próximo domingo en las elecciones legislativas en un análisis profundo de la política argentina.




En uno
de sus últimos timbreos espontáneamente planificados, la Ministra
de Seguridad de la Nación Patricia Bullrich tuvo un pequeño
disgusto. Un transeúnte le preguntaba insistentemente donde está
Santiago Maldonado. Molesta, y poco acostumbrada a que un familiar
borracho arruine las navidades, la ministra, como toda respuesta, le
repetía «Deja de hacer política». Una política
profesional, cuyos ingresos desde hace más de cuarenta años
provienen de la política, primero como Peronista Montonera, luego
Peronista a secas, Menemista, Delarruista, Duhaldista,
ARI-Cívica-Carrioísta y actualmente Macrista, le dice a un
ciudadano que no haga política. Si ella no es política, ¿que es?
Mar
del Plata fue sede del último coloquio de IDEA, donde se reúne la
crema de los dueños del país. En su discurso, el jefe de gabinete
Marcos Peña Braun dijo que todos teníamos que ceder algo para poder
darle mayor bienestar a la población. No se refería a que los allí
presentes paguen más impuestos, o simplemente los paguen, ni a que
donen altruistamente parte de sus fortunas. Nada de eso. Estaba
hablando de la reforma laboral. Les hablaba a los sindicalistas que
participaban del convite empresarial. Hiperbólicamente les anunciaba
que sus anfitriones ya tenían decidido flexibilizar los derechos
laborales de sus representados sindicales y que toda resistencia a
dicho cambio sería tomada como un acto egoísta-subversivo,
potencialmente punible por los jueces que ojean el Código Penal sin
cumplirlo. Uno de los asistentes más celebrados fue Paolo Rocca.
Dueño de la multinacional Techint, empresa que se maneja en Buenos
Aires pero cuya sede legal reside en el paraíso fiscal de Luxemburgo
con el solo fin de pagar menos impuestos, fue enfático en la
necesidad de adaptar las leyes laborales a los nuevos tiempos. En
armonía con el discurso de Peña, indicaba que esos nuevos tiempos
requieren sacrificios. Mal podría pensarse en un sacrificio de
Rocca, que viene de ingresar al blanqueo de capitales junto a su
familia. No contento con ello, también pidió celeridad a los
jueces, argumentando que las causas judiciales tardaban demasiado
tiempo en conseguir sentencias. No debe tener el mismo interés en
apurar a la justicia de Brasil, donde los juicios en su contra por el
escándalo de Odebrecht y Petrobras sí avanzan rápidamente y lo
tienen contra las cuerdas.
Fue
Hegel quién más ahondó en el concepto de Zeitgeist,
«el espíritu (Geist) del tiempo (Zeit)».
La palabra refiere a las características comunes de una sociedad,
que pasan de generación en generación y son independientes del
entorno socio económico. Una especie de ADN social, que configura
los rasgos permanentes. El Volksgeist («espíritu
del pueblo») es su fuente vital, la que mantiene al espíritu
activo a lo largo de la historia de una sociedad. Como símbolo de
ese espíritu de los nuevos tiempos, el hijo pródigo de esa casta
empresaria no concurrió al coloquio en su calidad de empresario
prebendario del Estado, sino como Presidente de la Nación. El
sacrificio pedido por Peña y Rocca no va a comenzar con la reforma
laboral. Comenzó con su ingreso a la Casa Rosada. Tener un miembro
de la casta en el sillón presidencial les permitió ejercer una
transferencia de ingresos escandalosa en los últimos dos años.
Según el Indec del mismo macrismo, el hogar promedio del 10 por
ciento más rico tiene hoy ingresos 19.6 veces mayores que el hogar
promedio del 10 por ciento más pobre. O sea, los ricos ganan 20
veces más que los pobres. Hace dos años, esa diferencia era de 
16
veces. Antes de la dictadura, 7. Esto sin contar la riqueza no
declarada por los ricos, que visto el resultado del blanqueo, es
abundante. Es solo contando lo que sí declaran ganar. Este año, el
10 por ciento más rico de la población se acaparó el 31,6 del
ingreso total. El 10 por ciento más pobre, el 1.6. Si se suma el 60
por ciento de la población se iguala lo que gana el 10 mas rico. O
sea, si hay 100 pesos repartidos entre 10 personas, el más rico
tiene 31.6 pesos, el más pobre 1.6 pesos, y hay que sumar los 6 más
pobres para que juntos tengan la misma cantidad que el rico.
Lo que
tiene confundidos a propios y extraños, pero sobretodo a propios, es
porqué esos 6 más pobres no solo no resisten ese robo a mano armada
sino que apoyan casi fanáticamente a sus verdugos. Los confunde el
Volksgeist
argentino. No entienden el ADN de su comunidad.
La
sumisión al poderoso hasta dar la propia vida en su nombre es la
base de las religiones monoteístas modernas. Tanto el Cristianismo
como el Islam son derivaciones del Judaísmo. El judaísmo tiene por
patriarca a Abraham. Abraham tuvo como primogénito a Isaac.
Algún tiempo después del nacimiento de Isaac, el Señor ordenó a
Abraham que le ofreciera a su hijo en sacrificio. O sea, que lo
matara. Isaac además de primogénito, era un adolescente cuando Dios
le pidió su sangre a Abraham. El patriarca viajó durante tres días
hasta que encontró la montaña donde Dios quería que haga el
sacrificio. Subieron juntos mientras que Isaac, que llevaba la leña
en la que sería quemado luego de ser sacrificado, pregunta una y
otra vez a Abraham dónde estaba el animal que Dios les había pedido
Sacrificar. A cada consulta, Abraham respondía que el Señor
proporcionaría uno. Justo cuando Abraham iba a sacrificar a su hijo,
se lo impidió un ángel diciendo:
«No extiendas tu mano contra el niño, ni le hagas nada; pues
ahora conozco que eres temeroso de Dios». La fábula viene a
alabar lo profunda de la fe de Abraham. Si Dios se lo pedía era
capaz de matar a su hijo. El darlo todo en nombre de la fe está en
el ADN argentino. Es parte de la esencia de este cristianísimo
pueblo.
Lo que
NO forma parte del genoma rioplatense es criticar al poderoso. En el
mismo caso del patriarca judío, cabría preguntarse que se puede
obtener de un Dios que sea tan hijo de puta como para pedirle a un
padre que mate a su hijo solo por deporte. Tampoco deja bien parada
la inteligencia de Isaac, que viendo que solo había dos personas en
un sacrificio, no se percató que el sacrificado sería él, y que
sería quemado en la leña que a duras penas subió hasta la montaña.
Tal
cual Bullrich, el macrismo no se presenta como políticos. Son
pastores. Hablan, modulan, gesticulan, y comunican como
pentecostales. Tocan timbre casa por casa como los testigos de
Jehová. Están uniformados, con vestimentas que no desentonan con
las de un mormón. Inflexionan la voz como el sacerdote los domingos
cuando quiere dejar bien en claro que el diezmo es importantísimo
para el Señor. Repiten el discurso bíblico donde lo malo de hoy es
consecuencia del pasado pecaminoso, libertino, que el hijo pródigo
vino a lavar con su sangre en la cruz. El presente, producto de ese
pasado diabólico, es duro, difícil, pero con sacrificio serán
redimidos. El paraíso espera, en un futuro siempre posterior a la
terrenal muerte, nunca antes. Lo que hoy se pierde y se sangra, el
Señor lo compensará con la vida eterna en los cielos, nunca en la
mundana tierra, donde la felicidad y el goce parecen reservados para
otros y pocos.
El
domingo 22 de Octubre miles de Isaacs llevarán su voto a la urna
como leña en sus espaldas, pero, a diferencia del original, no
preguntarán quién será sacrificado.





Por Leo Fusero


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