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El futuro llegó

Escrito por el 19 junio, 2018

La columna semanal de «Economía en Cartón: detrás del humo del choripan» con Leo Fusero para El Bondi de la 88.

En la paqueta Universidad Di Tella, entre risas, la presidente del FMI, Chirstine Lagarde, anunciaba que no estaba en el país para negociar ningún préstamo, ya que el país “no lo necesitaba”. Fue el 15 de Marzo. El 8 de Mayo Macri anunciaba que pediría un préstamo al FMI. No habían pasado dos meses. Cuatro días antes, su ministro de endeudamiento Luis Caputo declaraba que «este año no vamos a salir a tomar deuda en dólares ni en euros». Era viernes. El martes siguiente Macri iniciaba el pedido de 50 mil millones de dólares al FMI. Ese es el nivel de improvisación y locura con el que el mejor equipo de los últimos cincuenta años maneja la economía argentina. Solo el adormecimiento de las masas en su intento de copiar la sociología de las clases dominantes puede justificar que semejante banda siga en el poder. 
El coro mediático justifica en el déficit fiscal y la pesada herencia los vaivenes de la política económica macrista. Lo segundo queda descartado por el mismo gobierno, que en EE.UU., al tomar deuda, vocifera los buenos números que le dejó la administración anterior. El déficit, nuevo enemigo, es el origen de todo mal. No explican porqué para cubrir gastos en pesos se pide deuda en dólares. Es tan ilógico como pedir un crédito hipotecario para comprar cigarrillos en el kiosco de la esquina. Lo que el macrismo no puede ventilar es que la inflación y el endeudamiento son objetivos buscados de su política. Pero un simple análisis de sus números lo refleja. Siempre en base al Indec, en 2016 el PBI cayó 2.3%. En 2017 creció 2.9%. El FMI supone un crecimiento del 0.4% en 2018 y de 1.5% para 2019. Incluso dándose el optimista crecimiento proyectado para 2019, la era Macri habrá dejado un crecimiento paupérrimo de 2% en cuatro años. Lo más real es que el crecimiento sea cero. O sea, el país queda en términos de riqueza en el mismo punto donde lo dejó CFK, pero con 150 mil millones de deuda externa nueva, y un compromiso imposible de pagar con el FMI a 36 meses, siendo que a la administración macrista le queda, con suerte, 16 meses de gobierno real. Una crisis inventada que justifica un nuevo ciclo de endeudamiento salvaje y que condiciona los futuros gobiernos. Ese, y no otro, era el objetivo de la revolución de la alegría. En su breve pero desastrosa gestión el sistema financiero internacional habrá logrado no solo ganancias exorbitantes en dólares que no consiguen en ningún otro país sino condicionar al gobierno futuro, sea del signo político que fuese, a seguir dependiendo de su “ayuda” para pagar una deuda innecesaria e impagable. El ciclo de endeudamiento salvaje de la dictadura le explotó a Alfonsín, y el de Menem hizo lo suyo con De La Rua. Ambos fueron eyectados del gobierno por las “fuerzas del mercado”. Todo el arco político, con mayor o menor grado de complicidad, parece ciego a la historia cíclica de endeudamiento, ajuste, pobreza y crisis. Son los músicos del Titanic. Un desastre como la crisis del 2001 con sus muertos, saqueos y mitad de la población bajo la línea de pobreza trajo la anomalía Kirchner. Sería bueno que la anomalía macrista fuese que, por primera vez en la historia, la bomba de la deuda le explote al que la generó, no al que lo suceda. Si Macri llega en paz a dejar el poder, será su sucedáneo, sea del partido que fuese, el que verá la plaza de mayo en llamas desde un helicóptero.  Si algo enseña el logro del colectivo feminista en su lucha por el aborto es que son las masas en la calle, movilizadas, las que pueden torcer el brazo de la clase política. La única esperanza para que el destino final preanunciado no sea la misma y dolorosa crisis endémica nacional es que nuevos actores, en nuevos escenarios, pongan freno al golpe. Si no ocurre, si los mundiales ejercen su función de anestesia, el futuro llegó.

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