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A 103 años del cantor

Escrito por el 31 enero, 2011



«EL PRIMER deber del hombre es definirse; ubicarse como testigo de un viejo pleito entre la mentira y la verdad«. Con esa autoimposición vivió Atahualpa Yupanqui hasta que en una noche de mayo de 1992 murió mansamente en la ciudad de Nimes, al sur de Francia. Había nacido 84 años antes, muy lejos de allí y con otro nombre, distinto al que después popularizara su talento.


Héctor Roberto Chavero nació el 31 de enero de 1908 en la ciudad de Pergamino, provincia de Buenos Aires. Allí, en ese mundo criollo de principios de siglo, vivió una niñez moldeada en la tradición familiar y, junto a las peonadas de las estancias, empezó a descubrir simultáneamente la dignidad y las carencias de los trabajos.


«Soy hijo de criollo y vasca; llevo en mi sangre el silencio del mestizo y la tenacidad del vasco«, dijo en una oportunidad recordando su origen. Su padre, un paisano de sangre quechua, recorrió los rincones de la Argentina con su trabajo en el Ferrocarril. Viajaba con su mujer, sus tres hijos y dos baúles repletos de libros. Entre ellos, perdido entre tantas novelas, figuraba un libro de Federico Nietzsche que, con el tiempo, marcaría a fuego a Atahualpa. Tenía trece años y leyó una frase que nunca más olvidaría: «Los acontecimientos más grandes no son los más ruidosos, sino nuestras horas más silenciosas«.
A lo largo de su carrera actuó en numerosos escenarios.  Por ejemplo, en París, la reconocida cantante francesa Edith Piaf le dio la oportunidad de compartir el escenario.


En 1965 se editó el disco El payador perseguido. Durante 1967 recorrió en giras toda España, para luego instalarse casi definitivamente en París con periódicos regresos a la Argentina que, con el advenimiento en 1976 de la dictadura militar, se hicieron menos frecuentes.


En 1987 volvió al país para recibir el homenaje de la Universidad de Tucumán. Debió internarse en Buenos Aires en 1989 para superar una dolencia cardíaca, pese a lo cual en enero de 1990 participó en el Festival de Cosquín.


Volvió a Francia en 1992 para actuar en Nimes pero se indispuso y allí murió el 23 de mayo. Por su expreso deseo, sus restos fueron repatriados y descansan en Cerros Colorados. Dejó innumerables obras para el cancionero argentino de raíz folklórica. Como escritor, publicó Piedra sola (1940), Aires indios (1943), Cerro Bayo (1953), Guitarra (1960), El canto del viento (1965), El payador perseguido (1972) y La Capataza, (1992).


Atahualpa, el cantor, el guitarrista, el poeta, el narrador de las penas y de las alegrías.  Tuvo una vida humilde y supo representar con esa actitud la vida de las personas.  Hoy, a 103 años de su nacimiento, FM Raíces 88.9 lo recuerda como el gran contador de historias con profundas raíces nacionales, como la voz de los silenciosos.


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